Anda el país en un profundo revuelo con la crisis que no cesa y con los dimes y diretes de un gobierno desbordado por las agujetas de tanta postura superficial y de sus toneladas de ética para la galería, de tanto negar la evidencia de la bancarrota merced a un dontancredismo político tal, que de la inacción más absoluta y de la máquina de hacer billetes -progre, por supuesto-, ha diseñado una reforma fiscal tan arbitraria en la que del que paguen sólo los ricos (los mismos que lo tienen crudo para ir al cielo, según el manido aserto bíblico) se ha pasado a crujir todos los bolsillos sine die, según Elena Salgado, en la enésima distorsión de un ministro/a con el presidente Zapatero.
Ha escrito Jordi Sevilla en su blog que en la sociedad posmoderna en la que vivimos los problemas no son de izquierdas ni de derechas. Sin embargo, los estrategas de los partidos, que da la sensación de que sólo viven pensando en la próxima encuesta, adaptan la realidad al miserable canasto del pertinaz maniqueísmo del lodo en el que sobreviven. El espectáculo de la Moncloa es lamentable y la oposición pepera sólo aúlla para relamerse las heridas de la corrupción que le viene de Valencia. No hay Gobierno, pero tampoco una oposición creíble que sea capaz de aportar soluciones más allá de su particular arrebato químico en defensa de una honradez puesta mil veces en entredicho con espías, comisiones y una financiación que requiere explicaciones coherentes para no caer en lo que ellos mismos achacan al contrario. No sé qué es Gurtel y me importa un chuche, pero parece claro que ante semejante desgobierno el PP parece un cuadro naif, capitaneado por un superviviente de la política, Rajoy, que nunca aparece cuando se le necesita.
o Este artículo lo he publicado hoy en el Diario La Rioja en una serie que se aparece los jueves y que se titula Mira por dónde.