Mientras Morante de la Puebla toreaba con la derecha por abajo: la cintura levemente rota pero sin llegar a fracturarse, el mentón encajadito y los talones asentados, la indiferencia se adueñaba de una plaza de toros de Logroño irreconocible, un coso impresionable como pocos que no supo ver la predisposición de un espada que es capaz con un manojo de lances de llevar el toreo a las más altas cotas de las Bellas Artes. Nos debe de dar igual porque hubo tan poca sensibilidad en los tendidos que mi convencimiento de que el toreo bueno no interesa cada vez encuentra más argumentos en los hechos consumados de ese malevaje de faenas plomizas y repetitivas, ansiosas y juveniles, que nos depara la mayor parte de las corridas mientras el ole se intercambia por los olés ampulosos y a pecho partido.
En el toreo es crucial la paciencia y la despaciosisad, un punto de silencio, cierto recogimiento y a partir de ahí puede surgir –aunque eso nunca es seguro– la belleza. Pero no, Logroño se puso agrio con Morante casi desde el principio y cuando faenaba en redondo al primero, con un fajo de derechazos más que considerables, el personal mostraba algo peor: un pasotismo entreverado de más de un exabrupto que brotaba de los tendidos. Entiendo, aunque no comparto, la bronca con el impresentable marmolillo quinto porque Morante pasa de escudarse y hace lo que siente; pero me duele esa indiferencia, ese no saber esperar el toreo, porque cuando brota de Morante no tiene parangón.
En fin.... el tercero de la tarde fue un toro sensacional, y aunque no terminó de romper en varas, fue una delicia verlo galopar en banderillas, querer comerse la muleta en cada lance por abajo y poseer el instinto de bravo yendo a más hasta el final de una faena larga y populista, medida pero vulgarota y trazada con la habilidad de un torero que tiene hambre y que es un cañón con la espada. Morante sigue siendo Morante, pero a mi plaza, esta vez me la han cambiado.
o Feria de San Mateo. Toros de Fermín Bohórquez para rejones (1º, devuelto; sobrero de Ángel Sánchez y Sánchez): bien presentados. El sobreo muy complicado y el cuarto, con clase. Para la lidia a pie se corrieron cuatro astados de 'El Tajo' y 'La Reina', impresentables, con indicios de manipulación fraudulenta en sus astas. El mejor del envío fue el tercero, que aunque se le simuló la suerte de varas com al resto los toros, tuvo movilidad, calidad y clase a raudales. Y además duró mucho. Pablo Hermoso de Mendoza: silencio y saludos; Morante de la Puebla: silencio y pitos; Rubén Pinar: dos orejas y oreja. Plaza de Toros de La Ribera; 3ª de la feria, más de tres cuartos de entrada.
o Esta crónica la he publicado hoy en Diario La Rioja y la foto es de Justo Rodríguez.