Vaya por delante que no me gustó Luis Francisco Esplá ayer. Y que hubo un toro, el primero de su lote, que en otros tiempos y con otra mentalización hubiera caído rendido sin remisión ante el fulgor de su muleta. Pero el diestro alicantino, que en realidad ya se había despedido del toreo en Madrid en una tarde memorable de junio con un morlaco llamado Beato, –que le (nos-me) llevó a los cielos a pesar de ser ateo y rebelde como pocos–, vino a Logroño con el depósito del valor más seco que un Martini sin hielo.
Sin embargo, cuando me acerqué hacia él para entrevistarlo y le vi oteando el horizonte mecánico de nuestro moderno coso tuve la sensación de que el tiempo del toreo había cambiado drásticamente. Los alamares chisporroteaban entrecortándose unos brillos con otros en su terno cargado de oro y rematado con esas hombreras de los tiempos de Machaquito. Esplá, apoyado en la barrera, es un tipo que impresiona y que no anda por el mundo encaramándose a los tópicos de los toros malos, regulares o peores. Se sabe tapar, se tapa cuando le conviene y cuando le da la gana pega una revolera verbal que la firmaría a gusto el conde de Romanones o Zapatero, u Obama si se me apura.
Pero éste, y eso es lo crudo, ya no es su tiempo. En el toreo actual no existe apenas sitio para los detalles, para esa torería suya desusada, y el significado de la mayor parte de las faenas se mide más por la acumulación, aunque sea retórica de derechazos y naturales, que por la colocación, la medida y la profundidad de los lances. Se vitorea lo accesorio, los fuegos de artificio, y aunque ayer el torero alicantino no fue ni una sombra de lo que hubo sido, sentí un raro rumor de melancolía cuando se marchaba andando camino del hotel desde una plaza que quizás, aunque hizo el paseíllo en ella, le parecía tan ajena como si hubiera toreado en Sebastopol o en Pernambuco, en el Polo Norte o en Madagascar.
o Feria de San Mateo. Toros de Fuente Ymbro: regularmente presentados, aulgunos anovillados y de desigual juego. El mejor fue el tercero, aunque acabó rajándose. El lote de El Juli fue muy malo y los dos de Esplá bastante toreables; Luis Francisco Esplá: silencio tras aviso y silencio; El Juli:silencio en su lote; Miguel Ángel Perera: oreja y palmas tras aviso. Plaza de Toros de La Ribera; 2ª de la feria, Tres cuartos de entrada. Esta crónica la he publicado hoy en Diario La Rioja.
Sin embargo, cuando me acerqué hacia él para entrevistarlo y le vi oteando el horizonte mecánico de nuestro moderno coso tuve la sensación de que el tiempo del toreo había cambiado drásticamente. Los alamares chisporroteaban entrecortándose unos brillos con otros en su terno cargado de oro y rematado con esas hombreras de los tiempos de Machaquito. Esplá, apoyado en la barrera, es un tipo que impresiona y que no anda por el mundo encaramándose a los tópicos de los toros malos, regulares o peores. Se sabe tapar, se tapa cuando le conviene y cuando le da la gana pega una revolera verbal que la firmaría a gusto el conde de Romanones o Zapatero, u Obama si se me apura.
Pero éste, y eso es lo crudo, ya no es su tiempo. En el toreo actual no existe apenas sitio para los detalles, para esa torería suya desusada, y el significado de la mayor parte de las faenas se mide más por la acumulación, aunque sea retórica de derechazos y naturales, que por la colocación, la medida y la profundidad de los lances. Se vitorea lo accesorio, los fuegos de artificio, y aunque ayer el torero alicantino no fue ni una sombra de lo que hubo sido, sentí un raro rumor de melancolía cuando se marchaba andando camino del hotel desde una plaza que quizás, aunque hizo el paseíllo en ella, le parecía tan ajena como si hubiera toreado en Sebastopol o en Pernambuco, en el Polo Norte o en Madagascar.
o Feria de San Mateo. Toros de Fuente Ymbro: regularmente presentados, aulgunos anovillados y de desigual juego. El mejor fue el tercero, aunque acabó rajándose. El lote de El Juli fue muy malo y los dos de Esplá bastante toreables; Luis Francisco Esplá: silencio tras aviso y silencio; El Juli:silencio en su lote; Miguel Ángel Perera: oreja y palmas tras aviso. Plaza de Toros de La Ribera; 2ª de la feria, Tres cuartos de entrada. Esta crónica la he publicado hoy en Diario La Rioja.