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O... por qué se empeña Sebastián Castella, –un espigado francés que anda siempre a la búsqueda de su estilo– en alargar las faenas hasta los remotos confines del hartazgo a pesar de que nadie, absolutamente nadie en todos los tendidos le echaba media cuenta a su afanoso bregar citando con la parte de arriba de la muleta en una sucesión de toques repetitivos y técnicamente nefastos.
También me pregunto las razones por las que un año más han vuelto los toros de Zalduendo a Logroño. Su descastamiento es atroz, su sosería repele y sus hechuras, algo que se suele pagar a precio de oro, no están a la altura de los precios de los tendidos de Logroño. El envío del año pasdo fue aún peor en ese sentido lo que me indica que en algo estamos mejorando. Y como colofón dos cuestiones referidas a la díscola personalidad de ‘La Ribera’. Tenemos una banda de música que en ocasiones nadie sabe las razones por la que ataca el pasodoble... ni por las que lo termina. Y para colmo, ayer en el sexto, esos olés lamentables y a coro sostenido que acompañaron ese triste final con Daniel Luque al aparato.
o Feria de San Mateo. Toros de Zalduendo, presentados en escalera, sobrados de carnes e inofensivos de cara. Mansos, descastados, febles y rajados. El Juli: oreja y silencio; Sebastián Castella: palmitas tras aviso y silencio tras aviso; Daniel Luque: silencio en ambos. Plaza de Toros de La Ribera; 4ª de la feria, menos de tres cuartos de entrada. La foto es obra de Juan Marín.