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Iba Morante vestido con tonos grosellas y remates negros; un corbatín como el de Lord Byron y esa coleta tan de Joselito El Gallo y tan del siglo XX, que ahora, en el XXI, a muchos les parece una provocación estilosa o una pose sin más. Porque Morante, dicen, es un tipo raro: no habla mucho (más bien musita), fuma puros y tiene un peluquero que le arregla la cabellera tipo Jim Morrison. Posee la rara identidad de los artistas consumados y eso, en estos tiempos tremendistas y huecos donde sólo valen los gritos y las desmesuras, provoca la ira contemporánea: el que no entre en el cliché determinado es que está loco; o peor todavía, es un enfermo incurable que sólo pretende incordiar. ¡Ayúdenle! !Persuádanle! ¡Cúrenle! ¡Olvídenle!
Morante herido con su corbata de Lord Byron me recuerda a un libro que nunca empecé seriamente a leer: El Ulises, de Joyce, que decía que «un dolor, que no era todavía el dolor del amor, le roía el corazón». Como a Morante el arte.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que aparece los jueves y que se titula Mira por dónde. En el blog lo ilustro con esta bellísima fotografía obra de Paloma Aguilar.