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Esplá y un toro bravo y la perfecta conjunción del toreo. Esplá por abajo templando la nobleza, cosiendo con un hilo que no se ve la muleta al morro, por abajo la despedida de cada lance; preciso en el embroque y en la distancia. Esplá en torero y en artista entregado a sí mismo y roto por el toreo. Porque el toreo bueno rompe, desgarra, destroza pero sin inquina; escuece porque llega al alma y el alma es el verdadero patrimonio del artista.
Esplá y Madrid; más allá de las cifras (ojo, que asustan). Luis Francisco en Las Ventas con un viento terrorífico y cabrón en una tarde de toros duros de pezuña, serios, astifinos, de colmillo retorcido alguno que apenas regalaron la posibilidad de un lance. Y el maestro (¡oh justicia poética y torera!) se llevó el lote y sorteó en el preciso instante de su despedida al gran Beato -pinchar aquí que Luis Miguel Parrado cuenta su historia- que le ofreció la oportunidad de toear como los ángeles, de gustarse y regustarse y dejarnos en los labios una miel sencillamente memorable.
Toreo bueno, hundidos los pies y arrastrada la muleta con lentitud y dominio. Qué placer, qué emoción y que libertad la del torero que se quiere ir de la fiesta sin la amargura de tanto toro imposible. Y cumplió porque salió el toro bueno, que no fácil, y extendió ese Cossio que decían que llevaba en la cabeza para torear a placer sin academicismos ni lecciones consabidas.
Esplá fluido; Esplá por encima de las matemáticas se dejó envolver sedosamemte por el toreo bello de los atardeceres, el toreo otoñal que sabe a despedida y a reencuentro. Esplá, qué belleza tu marcha de Madrid y qué desconsuelo tu ausencia que ya empieza a doler porque ya se te echa de menos aunque no te hayas ido todavía.
o Foto de Marisa Flórez para El País. Hay una galería preciosa de Bernardo Pérez a la que se puede acceder desde aquí.