Condeno desde aquí al nacionalismo vasco, todo en su conjunto, que en más de treinta años en el poder ha sido incapaz de parar la barbarie. Y que no me vengan con cuentos de que ellos son demócratas y que aspiran a resolver el conflicto con el diálogo, por vías civilizadas o memeces por el estilo.
Condeno desde aquí a una sociedad incapaz de rebelarse sin tapujos contra la violencia etarra y de sus conspicuos seguidores, encubridores, postuladores y propagandistas.
Condeno a los indiferentes que llevan toda la vida mirando a otra parte; a los cobardes que se callan por miedo y a los que se callan porque les da igual. Condeno al PNV -responsable del Gobierno vasco durante varias décadas- porque con su estudiada (e impostada) ambigüedad no ha hecho otra cosa que dar alas a los asesinos, a los amigos de los asesinos y a los cómplices de los asesinos.
Condeno, igualmente, a esos periodistas miserables que hablan de Irlanda mientras mueren las personas abrasadas en sus coches una mañana de primavera porque dicen que existe un conflicto y que todo el mundo tiene su parte de razón. Aquí no hay más sinrazón que la de los pistoleros, las que creyéndose Dios y arropándose en una bandera se creen con derecho a quitar la vida a los demás.