
Por cierto, hablando de escritores, me viene a la memoria un incunable libro de José María Aznar –que sólo Dios sabe las razones por las que me lo compré–, en el que el ex-presidente trazaba un sorprendente retrato de don Silvio: «Berlusconi tiene un alto sentido de la amistad y de la lealtad debida a los amigos. No olvida nunca a quien alguna vez le ayudó y siempre está dispuesto a devolver un favor cuando está en condiciones de hacerlo», escribió José María.
Por eso me pregunto que le debería Mirek Topolanek, el erecto ex-primer ministro checo, a Berlusconi para que el dignatario italiano se viese obligado a rodearlo de jovencitas hetarias en su residencia veraniega para que el discurrir de las horas se les hiciera más llevadero entre tantas obligaciones inherentes al cargo y las responsabilidades. Pero lo más gracioso de todo es, volviendo al libro de Aznar, hasta dónde llega su admiración: A veces me ha dicho, con tono risueño, que yo he sido su maestro en la vida política, e incluso me llama su profesor, un profesor cuyas instrucciones, afirma, «sigo puntualmente». Para morirse.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que sale los jueves y que lleva por título Mira por dónde.