He pasado toda la noche dándole vueltas a la imagen de Israel Lancho colgado de los pitones del último Palha de ayer. Brutal instantánea de un torero a merced de la muerte en una de las cogidas más terroríficas que jamás hayan visto estos ojos, los míos, que se los ha de tragar la tierra. Y tras ver repetida la corrida tengo para mí que los palhas no fueron tan bravos como he leído por ahí y que la terna, muy a mi pesar, no estaba ni de lejos preparada para acometer semejante empresa y ni mucho menos en un escenario de la exigencia de Madrid.
Vayamos con los toros: la corrida fue dura, correosa, de muy desiguales y disparejas hechuras, algunos destartalados y otros más recogidos, y con más genio que bravura, aunque astifinos hasta decir basta. El mejor toro fue el quinto, encastado, repetidor y muy exigente por lo que convenía hacerle las cosas siempre por abajo con una muleta más poderosa que voluntariosa, que es a la postres con lo que se encontró y a la que dejó casi siempre en evidencia. El cuarto de la corrida fue, sin duda, el más noble y también desarboló a Paulita, que es un torero fino pero que le faltó el cuajo y la decisión para apostar en Madrid. El resto de la corrida fue muy dispareja, más bravucona que brava, con tendencia a humillar poco y a apretar para los adentros y a vencerse. Estoy convencido de que si a mucho de ellos les hubieran bajado un poco la mano o se hubieran parado o hubiesen tomado las de Villadiego. Eso sí, fue una corrida de toros con muchos matices que pedía, ante todo, oficio y temple.
Paulita no tuvo su tarde y anduvo a merced de los toros y de esa inseguridad que provoca el viento y la falta de singladura como torero. Serranito, con más oficio, lo intentó sin suerte y con el quinto estuvo desbordado porque no fue capaz de sujetar las embestidas, de embarcar al toro y de domeñar aquel torrente.
Y Lancho. No puedo ni imaginar el trago que estará pasando él y su familia, sus amigos, su gente... Ya el año pasado con Aragonés, aquel bravo de Cuadri (éste sí bravo de verdad) estuvo a merced de su nobilísima embestida y aunque no quiero caer en ventajismos, el chaval no estaba capacitado para matar el corridón de ayer en Las Ventas. Es un contradiós su presencia en semejante cartel con tan escasa cienca y con tanto valor, cuestión en la que el espigado torero anda más que sobrado. Alguien tendrá que tomar nota y obrar en consecuencia: empresa, apoderados... No sé; pero lo de ayer fue todo un sinsentido, una auténtica barbaridad. Sencillamente no estaba preparado para semejantes toros y más cuando todo el mundo conoce cómo se las gastan los astados de Joao Folhque de Mendoza. Y si esto lo veo yo, también lo habrán visto sus mentores y no vale decir que el torero asumía por su cuenta la responsabilidad; hay ocasiones en la vida en la que por mucho que te empeñes no se puede subir al Himalaya en paños menores. Y eso, exactamente eso, es lo que intentó Israel Lancho en la corrida de ayer. Es valiente, valentísimo, pero ese punto de inconsciencia nada tiene que ver con la torería porque es terrible estar a merced de los toros como estuvo, y que encima, casi nadie le hiciera caso.
Reflexión final: No se puede venir a Madrid así; lo siento. Afortunadamente todo indica que el torero se va a salvar pero una desgracia de cotas inimaginables ha estado a punto de sacudir al toreo y precisamente el toreo es el responsable de que sucedan cosas como éstas. Las cornadas son inherentes a la profesión, no cabe duda, pero en ocasiones como ésta la desgracia estaba más que cantada: proclamada. Y lo que es peor, muchos lo sabían y no han hecho nada. Repito: nada.
o Foto: Esa mirada de Lancho, de (J. M. S. V. ); del blog Larga Cambiada.