Ayer cogí del brazo a uno de mis hijos y le llevé frente a la televisión cuando el Plus repetía la corrida para que viese la lección de torería que había dado Antonio Ferrera en Las Ventas. El crío se quedó flipado con la actitud del torero y la comparó con los futbolistas, que les soplas en el hombro y se tiran por el suelo revolcándose como un molinillo porque les duele el codo, el bíceps, el recto anterior y la cuscusilla...
El torero no. El torero tiene el muslo reventado y atravesado con un boquete por donde se escapa la vida a chorros y permanece sin un mal gesto, sin aspavientos, con una serenidad impropia de estos tiempos donde se prima la mentira y la apariencia, la falsedad, el triunfo como sea y por encima de lo que sea.
El torero no. Incluso algunos desalmados le pitaban porque no acertaba el puntillero. Ferrera es un torero discutido y disutible; gustarán más sus formas, sus banderillas, su concepto, pero tiene todos mis respetos por esa hondura suya inapelable, herido, partido, pero torero siempre.
o Coda lamentable: Lo siento, pero no todo es lícito en el periodismo y me parece inaceptable que cuando un torero va a la enfermería intenten entrevistarlo. En la vida, en la profesión existen normas sagradas, espacios para la intimidad y esferas en las que no caben estas cosas. No es la primera vez que lo hacen y no es de recibo. Alguien les debería decir algo. Soy periodista, me siento periodista por los cuatro costados y cada vez entiendo más las razones por las que José Tomás pasa de nosotros. ¿O no?. La foto es de Juan Pelegrín, de las-ventas.com