Los políticos españoles, en general, son unos tipos geniales con una procacidad de ocurrencias inaudita. Y esa capacidad suya no repara ni hace distingos merced a sus carpetovetónicas procedencias: pueden ser vascos, cántabros, riojanos e, incluso, catalanes o del santo reino de Jaén, da igual. Los políticos de cualquiera de las naciones, nacionalidades, territorios, comunidades o cantones en los que hemos troceado a esta atribulada España tienen salidas estupendas casi todos los días. Son impagables. Y es que más o menos eso es lo que piensa Montilla de sus correligionarios del PSC, que no tienen precio ¿o sí? Así que para desmentir la especie extendida por las ramblas de que su partido ha perdido peso específico en el Consejo de Ministros tras la última remodelación del Ejecutivo, al bien pagado presidente de la Generalitat no se le ha ocurrido otra cosa que decir que trabajar en Madrid (es decir, en la administración central, o en el estado estatal [sic], que suelen decir en la ETB) está «peor retribuido» que hacerlo en su Gobierno o en algunos de sus ayuntamientos. Es más, asegura: «Ya no hay colas de catalanes preparados que quieran irse a Madrid». Como lo oyen. Los políticos, en este caso Montilla, no desperdician ni un solo momento para divertir al personal, para que nos muramos todos de envidia con la pasta gansa que se llevan cada fin de mes por su meritorio esfuerzo en los despachos, en los coches oficiales o en esa cosa inherente a su ralea que denominan no sin gracia como almuerzos de trabajo. O se trabaja o se almuerza, decía mi abuelo que cobraba menos que Montilla pero que no tenía tanta chispa. ¡Faltaría más!
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una sección que aparece los jueves y que se llama Mira por dónde.