martes, 24 de marzo de 2009

Rafael Azcona y la tauromaquia

Rafael Azcona, el guionista por excelencia del cine español, era un gran aficionado. De hecho su cartel ideal sería Manolete, Ordóñez y Paco Camino.

«Manolete me dejó un recuerdo imborrable. No sé si templaba más o cargaba menos».

Sería un personaje valleinclanesco de ‘El Ruedo Ibérico’, pero reflejado en los espejos del callejón del gato. O sea, como una figura grotesca». Así relataba Rafael Azcona cómo se vería vestido de torero en una entrevista que le realizaron en la revista oficial de la Plaza de Toros de Las Ventas.
«Rafael Azcona era muy pulcro. Cuando iba a torear se preocupaba mucho de su atuendo y de su gorrilla... Yo, que estaba muy fuerte en aquellos años, me encargaba de tirar la vaca al suelo, y
entonces, bajaban Rafael y los otros amigos, que se resguardaban en la tapia, a dar unos lances». Así rememoró Heliodoro Díaz (uno de los amigos logroñeses de Azcona en el homenaje que le rindió el Club Taurino Logroñés), sus andanzas de finales de los años cuarenta cuando soñaban con emular a Manolete, en aquella España áspera, desolada y gris de la posguerra.

En el libro ‘La Tauromaquia según Rafael Azcona’, obra de Pedro María Azofra, relata el autor que «Azcona fue aficionado desde niño». El propio guionista desveló al autor del libro que «nunca soñé con ser torero, aunque me hubiera gustado como a todo el mundo. No era un iluso y nunca me decidí. En
tonces se daban en Logroño más de una docena de funciones de todo tipo. A todo se llamaba toros. Todo era ‘toros’. Estaban personajes como Pepe Zamora, Migueliyo, Currillo, Barguilla...». Más adelante, asegura Azcona que «en los pueblos y en las ciudades pequeñas los días de toros forman parte de la vida de uno. Cambiaban el aspecto e implicaban a todo el mundo en la fiesta. En la actualidad la televisión ha vulgarizado las corridas y se ha perdido la magia de las corridas y hasta de las novilladas». Su plaza preferida era la de El Puerto de Santa María: «Y no le sabría decir por qué; la conozco y es preciosa, pero supongo que la elección es más literaria que taurina, ya que una parte del encanto del toreo es todo lo que le rodea».

Dos torerillos de logroño, Pepe Illera y Rafael Azcona, con su gorrilla blanca.

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