
El sábado, Diego Urdiales, en una plaza vacía y en la soledad y el frío de una mañana invernal con un sol que apenas rebotaba en unos tendidos de cemento comidos por la mugre, se aisló consigo mismo e hizo brotar el toreo con una cadencia y un ritmo desusados. Se dice el toreo, el arte sin afectación alguna, el vuelo de la muleta atrapando delicadamente una y otra vez las embestidas en un diálogo del hombre con la naturaleza sin parangón posible.
El domingo en Abc, Zabala de la Serna escribía que Urdiales había sido olvidado injustamente de las primeras ferias del año y que el de Arnedo «no tiene quien le escriba».
Pues bien, aquí estoy yo, hoy que es jueves, escribiéndole y tratando de describirles a ustedes la armonía radical de su toreo, el compromiso sin ambages que ha firmado con la esencia de lo que Federico García Lorca dijo un día que era la fiesta más culta del mundo.
o La imagen corresponde a un tentadero celebrado el pasado sábado en la plaza de toros de Cintruénigo. Las reses son de la ganadería Toros de el Poblao, propiedad del riojano Asier Erostarbe, y tienen procedencia Apolinar Soriano.
o Esta maravillosa foto es obra de Miguel Pérez-Aradros y pinchando en la foto o aquí, se puede acceder a una bellísima galería con más instantáneas.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja en una serie que sale los jueves y que se llama Mira por dónde.