El joven chef logroñés, que da nombre al Campeonato de Cocineros de La Rioja, era el jefe de cocina del Restaurante ‘Kabanova’ hasta que la muerte le sobrevino de forma inesperada el nueve de marzo del año pasado
A veces con una mirada se puede ser capaz de presumirlo casi todo porque hay ojos que reflejan las certidumbres. Y esos ojos, sin duda, eran los que encendían el semblante de Diego Carasa, chef del ‘Comedor Kabanova’, que apenas hace un año dejó de alumbrar con su simpatía y su talento a todo aquel que se le quisiera acercar para disfrutar de sus deliciosos guisos o, simplemente, para pasear a su vera por el pequeño pero gran universo de su cocina, siempre repleta de historias, de fondos lentos de carne o de pescado al amor de una lumbre mansa y dulce que le acompañó hasta el último momento. Diego Carasa era una de esas personas que a menudo se quitaban importancia porque para él su trabajo –su gente, su cocina y sus recetas– era mucho más que un mero afán cotidiano, era su forma de vivir, su esencia y la manera que tenía de relacionarse con una vida que le apasionaba y que le abandonó sin apenas avisarle. Desde muy niño sintió un singular afecto por el trasiego de condimentos, por los tiempos de cocción y por la búsqueda de ese más allá que a veces sonríe en un plato, en un potaje, o en una sencilla vianda con la que él era capaz de descubrir perfiles insospechados. Su abuela, de la que tantas veces (y con tanta dulzura) hablaba, tuvo mucho que ver en la temprana vocación de Diego: «Me acuerdo mucho de ella porque yo desde que era pequeño siempre me fijaba en cómo hacía las cosas y de sus maneras me viene toda mi afición a la cocina», comentó en una entrevista. Así que emprendió sus estudios en la Escuela de Hostelería de Santo Domingo de la Calzada y tuvo la enorme suerte de redondear su formación en dos de los restaurantes más afamados de nuestra región: ‘El Echaurren’, de Ezcaray, donde entabló una gran relación con Francis Paniego y ‘Casa Toni’, de San Vicente de la Sonsierra, cocina en la que trabajó con otro de sus amigos y maestros, Jesús Sáez Monge, ‘Chuchi’, en la profesión. También se fogueó fuera de La Rioja en diversos restaurantes de Málaga y Cantabria, pero su vida profesional se ligó muy pronto a la pasión por la gastronomía de Víctor Fernández Pinedo, médico de profesión, pero un singular amante de la cocina que decidió emprender la aventura de montar un restaurante, el ‘Comedor Kabanova’, del que Diego, en el momento de fallecer, era copropietario y jefe de Cocina. Relata el propio Víctor que se dio cuenta de la valía profesional de Diego en las comidas que organizaba en el Colegio de Médicos: «Al principio entró en el restaurante como cocinero y su comportamiento fue magnífico; siempre se podía contar con él. Amaba tanto su trabajo que cuando terminaba su jornada no era raro verle asomado al Canal Cocina, metido en un libro o hablando de sus recetas con algún compañero. Se hacía querer y para nosotros era como nuestro hermano pequeño».
Y por esas cosas de la vida, el mismo día que Diego Carasa murió, Diario LA RIOJA publicaba una entrevista con él, en la que junto a otros tres cocineros, proponía a los lectores un bocadillo. Él lo eligió de parrillada (con la carne de cerdo como gran protagonista) y confesaba que después de una jornada agotadora «me servían para relajarme y pensar en otras cosas».
o La foto es de Fernando Díaz y este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja).