A veces el flamenco es capaz de contener el alma, de parar por un instante la respiración y hacer brotar, sinuoso, un estallido de sensaciones que sin reparo alguno se entrometen en el corazón como de improviso, sin buscar explicaciones ni razones a una belleza honda, dramática, casi brutal.
Y algo así sucedió el jueves en el Salón de Columnas merced a una siguiriya cabal y redonda que dibujó Argentina en el ecuador de una actuación importante, pero en la que se adivinan matices y ecos que la juventud de la cantaora empaña con esa fuerza abisal que imprime a su cante, con ese querer llegar hasta la cúspide de todas las escalas.
Quizás por eso, cuando bajaba los tonos y se empeñaba en mascar los tercios más que en resoplarlos, aparecieron, por momentos, los ecos de una mujer que con matices recuerda por su voz un pelín rota y afillá al eco de soberbias cantaoras, al latido de voces tan hermosas y necesarias como Carmen Linares. Tanto es así, que lo mejor de la noche llegó en el trayecto de los cantes más paraos, como la soleá, como la malagueña y esa mentada siguiriya enorme y rotunda con la que labró momentos intensos de singular belleza. Y no había crispación, ni gritos, tan sólo ese flamenco desnudo de todo que es capaz de atravesar el alma regustándose en ese decir las cosas como a susurros, en esos tercios melismáticos que parecen no acabarse nunca.
Argentina es una cantaora con compás, se mueve con soltura en tangos, bulerías y bamberas, pero su voz se articula con mucha más delicadeza cuando rebusca dentro de sí ese dolor hondo del cante grande. Y cuando en el flamenco te encuentras con una siguiriya así, o con la toná, es un regalo irse por Huelva con la concurrencia feliz y toda ella puesta en pie.
o Tercer concierto de la XIII edición de los Jueves Flamencos del Teatro Bretón. Cante: Argentina. Toque: Eugenio Iglesias. Lugar: Salón de Columnas del Teatro Bretón (lleno). Jueves 12 de febrero. Esta crónica la he públicado hoy en Diario La Rioja y la fotografía es de Rafael Manjavacas.