Tres Estantes con la Bestia de Cuernos es una de las obras de Miquel Barceló que se exponen en el alucinante Museo Würth de Logroño. El mural parece que quiere comerse el espacio en el que se inscribe con una superficie rugosa, abrupta, desesperada. Una extraña sensación de ingravidez hace sucumbir a cuantas obras la rodean. Pero de pronto, de la suma de valientes que se encaraman a contemplarla salió uno: el torerillo/torerazo. Y se templó con esa rara suavidad con la que acostumbra a lancear en los lugares más insospechados, con ese aroma infantil y desenfadado con el que se cautiva y se siente cada vez que lancea a las olas del mar, a los acantilados, a las hojas del otoño o a los cuadros de los museos.
Los tres estantes con la Bestia de Cuernos se debieron de quedar prendados con asombro de la bella sinfonía invernal de un muchachito torero, con su peculiar performance con la que se desafía a lo políticamente establecido, a los pedantes que no entienden más que de su pedantería y a los circunspectos.