El toreo no deja de sorprendernos. Tras no haberme repuesto (todavía) del esperpento de la Corrida Picassiana que han organizado en Málaga, del estupor de Ortega Cano en Mira quién baila, de que el muchacho Fandila sea el torero más pródigo del universo mundo y de que los espías del PP de Madrid y sus dossieres acaben enredados en algo que tenga que ver con Las Ventas, me encuentro ahora en Burladero.com a Alejandro Talavante toreando con una silla, y encima de oficina (de oficina, repito), a una ingenua vaquita que le mira de soslayo y embiste con dulzura a las cuatro patas del mueble, al respaldo y al asiento propiameente dicho. En el fondo se oye un pajarillo, y al cámara que asegura haber plasmado el acontecimiento mientras el mozo de espadas farfulla que a partir de ahora habrá que llevar una silla en el esportón. Talavante ha pasado de la Teoría de los zapatos al sector del mueble (línea oficina, para hablar con propiedad). Pero a mí la imagen me espanta un poco porque a lo mejor, en vez de torear con una silla, mañana se le ocurre hacerlo con un sinfonier, con una cama o con una mesa camilla. Bromas aparte, ver a Talavante en Youtube con una silla (cambiándosela de mano, haciendo la tortilla o siendo desarmado, desillado, quiero decir) en un tentaero, más que a torería me suena a serrería o a Media Markt, a guilipollez o a absurda publicidad. Pero bueno, son las cosas de algunos toreros, que ahora se no se ponen el mundo por montera, se ponen un mueble (y de oficina, repito, de oficina).