Actual me parece un enigma extraordinario en el que cuantas veces he querido penetrar para descifrar sus corrientes subterráneas el paso me ha sido vedado. Me imagino que los sumos sacerdotes que diseñan sus programaciones y que traen a Logroño músicas ignotas, nuevas, sorprendentes o archisabidas y películas, acaso iraníes o uzbekas, conocen al dedillo el temblor cultural de las múltiples civilizaciones que se dan cita en Logroño cada enero para sorprendernos y enamorarnos.
Y yo me fío, (qué remedio) aunque la verdad es que no sé cómo definir a un asunto en el que se entreveran políticos con semi-chupas con tipos clónicos con gafas negras de pasta, estudiantes, muchachitas fan en tremolina, periodistas, o profesores de literatura, como aquel día de reyes de hace dos o tres años en el que atestaban la sala de Cámara de Riojafórum cuando estuve a punto de suicidarme con un foulard de Agustín García Calvo merced a su inacabable prosodia con pies latinos.
Sin embargo, a veces me decanto por pensar que Actual no es tal enigma y que en su seno cabe casi de todo venga en el formato que venga y atendiendo a una singularísima sensibilidad en la que es imposible, o por lo menos sumamente complejo, comprender si lo que se ofrece pretende ser una suma de estilos, un abanico, una mezcolanza o, sencillamente, un batiburrillo étnico impostado con gotas de rock, desaliño y rebeldía de tetra-brick. Tengo días en los que me decanto por el enigma y otros por la teoría de la acumulación un tanto extravagante de artistas y estilos, de ritmos y de procedencias. Pero como flamenco me inunda un dolor muy pesaroso: la desaparición de este arte de la sensibilidad del oráculo programático. No sé a qué se debe, si a desconocimiento o desafección, a que no les cabe o a simple olvido. Ahora bien, si Actual es un enigma, entiendo su ausencia, pero si es un batiburrillo, la verdad es que me alegro.
o Esta columnita la he publicado hoy en Diario La Rioja, en las páginas que dedica este rotativo al festival Actual.