Lo confieso, estoy impresionado con el bellísimo traje de chaqueta que se puso el martes Carme Chacón para celebrar eso tan raro de la Pascua Militar y con el lío que se ha organizado a continuación por la singular vestimenta de la ministra en foros catódicos, periódicos y tertulias radiofónicas. Los especialistas de la retórica han cargado sus tintas tanto con el espectacular modelo como con el peinado y el maquillaje con el que se presentó en un acto castrense donde los discursos suelen ser tediosos, el chaqué riguroso y los corrillos se prohíben porque sí.
De hecho, es patético que a pesar de que era la primera vez en la historia de España que una mujer tenía un protagonismo no protocolario en un acto de estas características, nuestro singular machismo ibérico haya salido a relucir sólo para discernir lo acertado o no del atuendo de la ministra y no para cuestionarse ni una sola de sus políticas. Hay quien la ha llegado a describir como ‘drag’ en estos términos: «Estaba muy aparente, eso sí, con un aire a lo Verushka momento Saint Laurent, pero no iba nada bien vestida para un acto solemne y protocolario».
Sin embargo, después de retorcer hasta el paroxismo las intenciones estéticas de la responsable de las Fuerzas Armadas, casi nadie ha reparado en el contenido de su discurso. Carme Chacón avisó a nuestros soldados de que iban a estar en más guerras por el mundo y que como contrapartida se recortaría el presupuesto de Defensa en casi el tres por ciento. Y francamente, esta contradicción parece muy inoportuna en un momento en el que los conflictos internacionales se recrudecen y el Gobierno de España dice aspirar a contar en el panorama global con más intensidad.
Doña Carme, ¡mande firmes! y pídale más parné a Zapatero que estos días está que lo tira.
o Este artículo lo he publicado hoy en el Diario La Rioja en una serie que sale los jueves y tiene por nombre Mira por donde; la foto es de la Agencia EFE.