En la película ¡Arriba Azaña! un jesuita algo menos que preconciliar explicaba a un joven estudiante que la eternidad era tan imponente y misteriosa que para concebirla había que imaginarse una bola de acero del doble del tamaño de la tierra. Entonces, cada trescientos mil años –más o menos– un pajarillo rozaría con su ala derecha la susodicha bola y cuando por efecto de la erosión del leve contacto de las plumas con el acero despareciera el imaginario planeta ferroso, entonces, y sólo entonces, habría comenzado la eternidad. Esta disparatada, pero divertida disquisición existencial tiene tela, sin duda, pero asomándose al patio de nuestra economía política me parece que la eternidad no es tan complicada de definir. Es más, creo que la eternidad es exactamente el tiempo que ha trascurrido desde que el vicepresidente Pedro Solbes dijo en un debate televisivo electoral –¿se acuerdan?– que nuestra economía iba tan viento en popa a toda vela que esperaba crecer a un ritmo del 2,7% durante 2008, y la última de sus previsiones tras saberse que ya hay casi tres millones de parados en España: «El año 2009 va a ser peor que 2008».Y lo más alucinante es que Solbes no tiene ningún empacho en reconocer ahora que estos datos «no son ninguna sorpresa» y que el aumento desbocado del paro «es el problema más grave que nuestro país tiene en este momento». Estos meses, en los que han caído bancos, constructoras, inmobiliarias y miles de empresas, se han llevado en su furor especulativo el trabajo de unas 6.000 personas al día, el paro ha engordado en un año en casi 900.000 trabajadores –el mayor de la historia– y el motor de nuestra economía, la construcción, ha aumentado el número de desempleados en una cifra que se antoja vergonzosa: el 106,7%. ¿Podemos siquiera comparar estas cifras a la eternidad del caduco jesuita preconciliar?
o Este artículo lo he publicado hoy en el Diario La Rioja en una serie que sale los jueves y tiene por nombre Mira por donde.