Así me lo encontré.
Fallecido, tirado, derrotado, exhausto, desbravado, trepanado, olvidado, enmohecido, entristecido, ralo, absorto...
Y me quedé pensativo y abatido; indignado y sorprendido.
Saqué el móvil y sin tocar el objetivo le lancé un venablo de cupido.
Muerto está, pensé...
Muerto y olvidado.
Muerto y escarnecido.
Y guardé el celular en mi bolsillo con la imagen ya para siempre mía de un muñequito revirado y desvaído, que terminó sus días a los pies de un contendedor para que un tipo con sombrero le captara con cariño de esta guisa y cantar después en internet su desventura.
¡Que te quiero muñequito, que te quiero!