Miguel Ángel Perera se recupera tras las cuatro operaciones después de las dos cornadas sufridas en su encerrona en Las Ventas y coloca su nombre en lo más alto del escalafón como la novísima figura
Miguel Ángel Perera permanece todavía ingresado en el hospital después de pasar cuatro veces por el quirófano –la última de ellas el jueves– como consecuencia de las dos cornadas que recibió el pasado viernes en su histórica encerrona en Las Ventas en la que confirmó ante la afición más importante del mundo que es una figura del toreo y que ha unido su nombre por derecho a ese mini elenco formado por José Tomás, ‘El Juli’ y Enrique Ponce. A lo largo de la historia del toreo muchos tratadistas han tratado de explicar (eso sí, con desigual fortuna) en qué consiste ser una figura y qué méritos tiene que cumplir un matador para poderse arrogar dicho calificativo. Nadie o casi nadie se ha puesto de acuerdo en el asunto, aunque cuando un diestro llega ese escalón cenital es casi imposible quitarle dicha etiqueta. Y es que Miguel Ángel Perera ha completado una temporada demoledora en la que ha mantenido una regularidad de triunfos como no se recordaba en más de dos décadas. De hecho, ha sido capaz de firmar un verano absolutamente memorable en el que ha mantenido un compás de faenas y orejas inapelable en el que no se ha resistido ninguna feria de categoría (90 festejos, 167 orejas, cuatro rabos y 48 faenas de dos orejas en 193 toros lidiados). Es decir, el nivel con el que pasó por San Mateo ha sido su inapelable normalidad de este 2008 prodigioso en el que se ha encaramado a la cúspide del toreo. Tanto es así que sólo le ha superado un torero en Las Ventas: José Tomás (siete orejas y tres cornadas en dos corridas) por las cinco orejas y dos cornadas en las cuatro corridas y once toros que ha lidiado el extremeño en el coliseo madrileño. Pero más allá del frío rumor de las estadísticas, Miguel Ángel Perera ha sido el único de todos los actuales componentes del escalafón que se ha subido al tren que ha marcado José Tomás. El torero de Galapagar pisa un sitio inverosímil frente al toro y Perera ha decidido reinventarse a sí mismo y buscar ese espacio que definió con singular precisión José Tomás en sus dos tardes de Madrid. Era casi imposible resistir ese impulso y precisamente al día siguiente de las cuatro orejas, Miguel Ángel Perera abrió la Puerta Grande de Las Ventas en una tarde memorable. Ningún otro torero de los de arriba (Enrique Ponce, El Juli, El Cid ni Manzanares) ha sido capaz –por unas u otras razones– de subirse a ese vagón en el que ahora caminan en soledad Tomás y Perera. Pero Miguel Ángel Perera ya venía avisando desde el año pasado de que no era un torero más. Tras estar apoderado por una casa importante, dejó la comodidad de los contratos seguros y unió su nombre al de Fernando Cepeda, un exquisito torero recién retirado, con el que habla el mismo lenguaje y con quien empezó en solitario abriéndose paso en las ferias con triunfos inapelables. El verano de 2007 parece ahora un ensayo perfecto para lo que ha sucedido en la temporada que está a punto de terminar. Miguel Ángel Perera tendrá que permanecer unos días más recuperándose en el hospital, pero sabe que cuando salga será una de las cuatro figuras del actual planeta de los toros.
o Artículo publicado hoy en la página temática de toros de Diario La Rioja. La foto es de la actuación de Perera en la feria de San Mateo y la he encontrado en la página web del propio torero.
o Me voy ahorita mismo a Zaragoza a ver a Morante de la Puebla. ¿Qué pasará? Nadie lo sabe. Pero eso no es lo importante, la clave reside en qué puede pasar si pasa algo. Los buenos entendedores ya me entienden. ¿O no?
o Un poco de Morante es Morante porque es Morante: Morante de la Puebla es un tipo imprevisible y él mismo se autodefine como «discípulo directo del chamán del arte en los toros, Rafael de Paula, y estandarte de los llamados toreros de arte contemporáneos. Torero por convicción, por afición y sobre todo por necesidad. La necesidad estética que nace de su alma y brota de su cuerpo. Porque Morante torea tanto por instinto como por la vía estética». Tras retirarse el año pasado se fue a México DF y se presentó en público para ver a José Tomás como una especie de dios semiótico. Podía aparecer a los ojos de un censor como una extravagancia de diseño: su pajarita negra, un bombín levemente inclinado hacia poniente, una entallada americana con ribetes negros y un inmarcesible damero como fondo y aspereza. Ah, y una colosal hebilla templaria para sujetar un narcisista pantalón de cuero. Morante hecho un pincel afrodisíaco y masculino bajo el cemento de las gradas de Insurgentes. Y es que Morante es un tipo indefinible que es pura arqueología, imprevisible llamarada, compás contra la rutina, grito ante el hosco rumor de los prohibicionistas; sentimiento, belleza, palabras sin gramática, redacción sin pulso; vamos, el toreo mismo. Ser Morante, en dos palabras, es una religión y por eso, le sigue un grupo de admiradores durante las 25 tardes de toros que hoy en Zaragoza. Pero Morante también es técnica, valor y conocimiento. Regresa a Logroño y los aficionados más soñadores llevan esperando esta fecha descontando cada día del calendario. Morante, toda una pasión de luminarias.