La pasada feria de San Mateo aluciné en colores con Miguel Ángel Perera, con su concepción de ser y estar en torero y por su puesto, con esa mentalidad abrumadora de la que hizo gala sobreponiéndose a cada uno de los seis toros con los que triunfó en Logroño con tal rotundidad que ni los más viejos del lugar recordaban una cosa así. Perera expuso todos sus alamares para torear. Es decir, colocó todo su valor para dar a cada toro lo que él pensaba que necesitaba en cada momento y cuando parecía imposible sonsacar ese más alucinante, tal y como sucedió con el armado y pavoroso sobrero de El Ventorrillo, fue capaz de dar el paso que marca la diferencia entre los buenos toreros y las figuras. Qué más da que sólo le concedieran una oreja. La faena, mejor dicho, el faenón fue deslumbrante por su valor y por su torería, por los terrenos que pisó y por el sentido del temple que fue capaz de alumbrar en un espacio tan reducido como el que dejó entre su anatomía y el corpachón del desafiante toro. (No se me alarmen por lo de las distancias, porque Perera las dio de todo tipo en cada astado: desde la largura incomensurable de los de Fuente Ymbro, a las medias distancias de los nobles Garcigrandes). Así que atónito, me acerqué a la tele para ver la encerrona del sábado. Y volví a alucinar con este Perera al que ya considero figura del toreo. He aquí las razones.
1) Sentido prodigioso del temple: Perera logra templar a los toros en situaciones complicadísimas, con la embestida siempre por abajo, en la larga, media y corta distancia.
2) Colocación. Casi siempre perfecta y, además, cargando la suerte con todo el peso del cuerpo sobre los talones, donde no hay escapatoria posible.
3) Pureza. Quiere torear muy largo –no siempre lo consigue, como es natural– y me encanta cómo presenta la muleta y la forma en la que procura vacíar las embestidas. Es un prodigio de técnica y de seguridad.
4) Valor. ¿Se le puede pedir más a un torero? Resulta que ahora va a ser censurable que le pegue una cornada a un torero y que quiera salir al ruedo para proseguir la lidia. Personalmente, me parece una proeza.
5) Seguridad. Obsesionado por hacer el toreo obvió cualquier cosa que no fuera esencial y se dedicó a torear. Da la sensación de que puede a todos los toros.
6) José Tomás ha dejado sentado dónde se coloca él y qué sucede después. Veo que Perera lo ha entendido. De acuerdo, a Miguel Ángel le queda mucho por delante, carece de ese aroma que conmueve, pero su irrupción este año ha sido brutal. ¿Cuántos toreros más piensan sumarse a este carro? ¿Habrá alguno que se baje? ¿Se ha bajado ya?
o Foto de Juan Pelegrín (O Rei), de Las Ventas.com Por cierto, en la web de la primera plaza del mundo, se puede contemplar una hermosa galería de imágenes curiosas de la pasada feria de Otoño. Desde aquí la recomiendo y se puede ver pinchando exactamente acá.