martes, 9 de septiembre de 2008

Urdiales, ante la nada en dos toros

Esto puede parecer una mera intuición de cronista; acaso una conjetura, posiblemente un desahogo. Pero es casi seguro que Diego Urdiales salió ayer de la plaza de toros de Valladolid preguntándose qué diablos había hecho él para merecer semejantes sucedáneos de toros en su presentación en esta feria señera de Castilla-León. Y es que no hace muchos años, la divisa de Baltasar Ibán era una de las de más cartel en Madrid. De hecho, los buenos aficionados todavía guardan en su corazón aquel encastado Bastonito y la brava lección que impartió con él César Rincón. Pues bien, de aquella bravura indómita no queda nada; de aquel manantial de embestidas procelosas, ni el recuerdo. A cambio de la historia, en el ‘Cortijo Wellintong’ (finca escurialense donde pastan estos astados) sólo aparece mansedumbre, descastamiento y una vulgaridad insoportable. Menos mal que los aficionados pudieron solazarse con el quinto de la corrida, un morlaco de Torrestrella que completó el cartel y que dio un juego realmente espectacular en los tres tercios, aunque el de varas en Valladolid, como en la mayoría de los cosos, es un estrambote que hay pasar y en el que ni se mide la bravura ni se ahorma a unos toros que en la casi totalidad de los casos parecen salir de los chiqueros con dos varas en el espinazo. El primer toro de Diego Urdiales era un castaño cariavacado, estrecho como si estuviera mal comido y de cornamenta vuelta y alirada. Vamos, un Ibán de hechuras imposibles que ni podía ni quería seguir la muleta. El riojano estuvo firme en un quite por chicuelinas y poco más. El toro se paró enseguida y como no tenía fondo planteó la faena a media altura. Lo probó por ambos pitones y lo tiró de un certero estoconazo. El cuarto, mejor hecho y con más morrillo, sólo tuvo una virtud: su manejabilidad. Eso sí, al bajarle la mano protestaba y cuando se le intentaba someter, se quedaba una y otra vez bajo la pechera. El riojano se extendió en una faena monótona en la que no tuvo opción ni a pegarse el consabido arrimón entre los pitones. El toro se puso pesaroso y antes de entrar a matar le dieron un aviso. Al cuadrar, echaba una y otra vez la cabeza arriba y se lo quitó de encima de una estocada tremenda. A pesar de ello, necesitó un golpe de verduguillo para poner punto final a su actuación. El torero mejor parado fue el local Leandro, que cuajó una sensacional faena al Torrestrella, sobre todo en los lances finales con la mano izquierda, donde dibujó tandas de naturales repletas de mando, ritmo y hondura. Sin embargo, cuando tenía las dos orejas en la mano, se perfiló lejísimos para entrar a matar en la suerte de recibir. Pinchó dos veces antes de la estocada al volapié y perdió un triunfo muy importante. ‘Morenito de Aranda’ se topo con otros dos mulos imposibles y apenas pudo dejar un ramillete de verónicas en el vetusto coso del paseo Zorrilla.

o Feria de Valladolid. Cinco toros de Baltasar Ibán, desigualmente presentados. Nulos de casta, juego y motor. Deslucidos y de poco contenido. En quinto lugar se corrió un remiendo de Torrestrella, feo, levemente ensillado y con edad. Fue, con diferencia, el mejor toro de la corrida porque regaló embestidas nobles y repetidoras por ambos pitones; además tuvo movilidad, dulzura y fijeza. Se le concedió una merecida vuelta al ruedo. El lote de Urdiales no dio opciones. El primero tuvo embestidas desangeladas y el segundo sólo pegaba cabezazos. Diego Urdiales: ovación con saludos y palmas tras dos avisos. Leandro: oreja y oreja. Morenito de Aranda: silencio en su lote. Plaza de toros de Valladolid: media plaza en tarde muy calurosa y soleada. Lunes, 8 de septiembre de 2008.

o Esta crónica aparece publicada hoy en Diario La Rioja y la foto la he sacado de burladero.com y es obra de Santos Lorenzo y corresponde a un natural al primero de la tarde.

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