Hubo un tiempo, ya lejano para mí, en el que evocaba al marxismo para darme una respuesta a cada inconsistencia de la sociedad. Todos mis maestros, sin apenas excepciones, me educaron en el narcotizante sueño ético de una izquierda humanitaria, igualitaria y un punto narcisista. No existía –aseguraban sin rubor– ninguna otra ideología con más calado moral y con más vocación hacia las personas (sic). Sin embargo, casualmente empecé a leer a Ezra Pound –un poeta maldito, tildado de fascista y menospreciado– y sin darme cuenta atiborré mis estanterías con libros de Ernst Jünger, T. S. Eliot, Dylan Thomas u Oriana Fallaci. Pero un día cayó en mis manos Archipiélago Gulag, del recientemente desaparecido Alexander Solzhenitsyn y ya nada iba a ser lo mismo. De hecho, aquella ética de la izquierda en la que había sido embozado se fue desmoronando cuando a través de sus páginas comencé a darme cuenta de que las torturas y los campos de concentración no habían sido patrimonio exclusivo del nazismo. En el paraíso del obrero se mataba con la misma precisión y aritmética que en Dachau o Treblinka. Pero más allá de un apresurado análisis de los totalitarismos, el Archipiélago me sirvió para comprender el riesgo de la disidencia en el interior de un sistema monstruoso en el que desmarcarse significaba la decapitación o la muerte social. Solzhenitsyn dijo en un acto de graduación en Harvard –hace ahora veinte años– que la ausencia de coraje es la característica más sobresaliente que un observador imparcial destacaría de Occidente en nuestros días. El mundo desarrollado ha perdido en su vida civil el coraje, tanto global como individualmente, en cada país, en cada gobierno y por supuesto, en cada partido político, tal y como demuestra la celebración de los Juegos Olímpicos en China, un gigantesco país repleto de Gulags en el que a la disidencia se la aplasta con un tanque en la Plaza de Tiananmen.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja y corresponde a una serie que aparece los jueves bajo el epígrafe de Mira por donde.