Aunque quiera no puedo ni imaginar la escena sin caer desmadejado de la risa. El singular acontecimiento –«Avisan a la policía por los gritos de una pareja que hacía el amor», rezaba la noticia– se vivió en Logroño a principios de esta semana en una de estas madrugadas tórridas del verano, cuando las sábanas se pegan a la piel y la luna llena lo vigila todo, que ya se sabe que Selene suele ser culpable de muchas más cosas que del ritmo de las mareas. Tanto calor debía de hacer que las almohadas no eran capaces de cauterizar la lumbre que salía de las cabezas. Por eso, las ventanas se entreabrían para recoger algún hilillo furtivo de aire fresco que se colaba desde la calle. Con el calor se repetían las medias vueltas en la cama buscando el sueño, pero nada. Y de pronto, unos gemidos rítmicos pero susurrados, casi imperceptibles. Después, con los oídos más afinados, el susurro se convertía en grito y el jadeo en síes y oes, en ayes y oles. Todo derivó, como es natural, en una turbamulta entrecortada y acelerada por respiraciones agitadas y el eufórico traqueteo de la cama inundandolo todo. En el punto culminante de la refriega sonó el timbre. Ella, azarosa, echó mano de una camisa y corrió hacia la puerta. Él, me imagino, se puso la bata con parsimonia y cogió un pitillo. ¡La policía! –Sí, qué querían. –Miren, –dijo el agente con toda la seriedad que precisaba su espinoso deber– es que hemos recibido varias llamadas quejándose de que hacen demasiado ruido al..., cohabitar. Los vecinos andan soliviantados, ya saben, el calor, las ventanas abiertas... El parte instruido por la policía local, tal y como detallaba la noticia, pedía a los efusivos amantes que corrigieran su actitud: vamos que fornicaran más bajito, que engrasaran los tornillos de la cama y que cerraran las ventanas mientras depositaban su amor incansable. O que lo hicieran antes, cuando se confunden mejor los jadeos con los pitos (de los coches) y los gritos de los niños con los ayes. Además, por la tarde los vecinos andan más en sus asuntos y no afinan el oído con la destreza de las madrugadas.
o Este artículo lo he publicado hoy en Diario La Rioja y corresponde a una serie que aparece los jueves bajo el epígrafe de Mira por donde.