El empresario taurino respira por la herida; cruje cuando le preguntan, negocia contratos televisivos y calla, sobre todo, calla. Calla cuando se habla de la bravura de los toros que contrata, calla cuando decide los toreros y los cromos que intercambia con otros empresarios, siempre amigos suyos, siempre como él, buscadores de chollos, negociantes de ganado y personas. Muchos periodistas entienden de lo que hablo y callan. Muchos no, por eso no preguntan. Y callan. Callan en los callejones, en los patios de cuadrilla y en los coches duermen en silencio, aunque emitan sus palabras encadenadas en programas mil veces repetidos. Porque hablan tanto de lo mismo, por eso callan. Callan y apelan a los políticos y a los aficionados y después, mientras callan, acallan y rebuscan el silencio de los toreros cómplices que callan aunque les socaven, de los ganaderos absurdos que crían el petardo por sistema y el toro nacido para el mueco. Y los periodistas callan por esas calles donde navegan turbulentas tertulias de hombres callados que ignoran lo que los demás sospechan. Y digo yo en el silencio de esta habitación fría desde la que escribo: me produce la misma repugnancia su silencio que la moda del chiki-chiki.
o Dedicado a los empresarios, periodistas y toreros que se callan lo que todos saben.