Por su interés me permito la licencia de reproducir el artículo publicado por Carlos Abella, el pasado viernes en El País.
Enmudecieron los intereses, callaron los mercaderes del falso templo. Triunfó la verdad eterna del valor sereno, consciente y cabal de un torero privilegiado, capaz de asustar al mismo miedo y de imponer sin hablar la desnuda realidad. Su clamor es el de los hombres de verdad, el de quienes además de enfrentarse a un toro se enfrentan en los despachos al miura del conservadurismo, al victorino de los mediocres, al pabloromero de los que prefieren vetar que retar, medrar en vez de rivalizar y levantar falsos testimonios antes que aceptar que el toreo ha sido y será siempre esto. Valor de verdad, arte para dejarse ver en los cites, en los remates, y dejar en el cielo azul de Madrid el imborrable recuerdo de una tarde histórica. Desde el rincón serrano de Galapagar, un hombre sencillo, de nombre Celestino, podrá morirse feliz por haber alentado en su nieto la pasión por el toreo. Y hoy España y el toreo están disfrutando del clamor y de que un artista comprometido con su tiempo haya provocado el entusiasmo de una nación, la felicidad de un pueblo y el éxtasis de un Rey y su hija. Abajo la suficiencia teórica, el ridículo enfoque científico de una pasión; esto es una dulce alegría de toreros de verdad, de tipos con las ganas de hacer historia y no de hacer de comparsa de este monumental negocio. Se acabó la falsa torpeza de quienes le acusan para tapar las carencias de los demás y se acabaron las revistas y los portales de Internet creados para servirse del toreo y no para servir a la verdad. Silencio siempre a esas bocas que han profanado la honradez de la palabra crítico, silencio para quien insultaba la inteligencia de las aficiones. ¡Y pensar que han llegado a decir que no venía a Las Ventas porque no se atrevía con el toro de Madrid! Viva también Victoriano del Río, capaz de criar ese toro que emociona y que da importancia al que se pone delante de él. Y viva José Tomás por devolver al toreo la emoción y la trascendencia, y al torero, la dignidad del creador.
o Carlos Abella es autor del libro recién editado José Tomás, un torero de leyenda (Alianza Editorial). La foto es obra de David Cordero