En los toros la justicia es un concepto algorítmico. Que se lo pregunten, si hay alguien que no se lo crea, a Cayetano. Y es que Caye se fue de rositas y con una oreja tras desaprovechar dos toros de puerta grande, de triunfo claro. Así es que el algoritmo es bien sencillo: a cualquier otro torero le salen dos núñezdelcuvillo tan propicios como los que le han salido a Caye, los torea como Caye (es decir, los acompaña y se pone bonito, los asa a enganchones, tira de pico, de alivios y, en fin, de destorear) y lo crujen los cronistas, los críticos, los apologistas, los apologetas y no sale en los telediarios con ese precioso terno negro y plata,asido a la orejita más ridícula y con menos peso de los últimos años en Madrid, una orejita de cartón y de papel couché porque lo de este torero es otro rollo, otra fiesta y otro escalafón. Pero la pidió el público si, pero qué público, que afición se dio cita ayer en Las Ventas. Caye, a decir verdad, fue ampliamente superado y desbordado por el primero de la tarde, al que ni entendió, ni le dio sitio ni fue capaz someter en ningún momento. Y la verdad es que no era ninguna fiera. En el segundo de su lote sacó la raza para replicar con el capote a Morante, que lo había bordado por chicuelinas. Asió la herramienta con una mano y recogió al toro con una larga para echárselo por detrás y torear por gaoneras. En primer lugar perdió el engaño y después, cuando lo recuperó, le salió un churro repleto de enganchones. El toro, un sobrero de Victoriano del Río del que asegura Roberto Domínguez que fue rechazado el 23 de mayo en esta misma plaza, embistió de forma primorosa, con temple, humillando y al ralentí. Empezó bien el confirmante, sacándoselo a los medios con guapeza pero sin mandar. La faena tuvo un ritmo desacompasado, muy fea y vulgar con la izquierda y perfilera y superficialmente bonita en redondo; pero sin conducir, sin bajar la mano, sin ser capaz de llevar al toro prendido en los vuelos, tal y como demandaba su desmedida calidad y su desaprovechada nobleza. Mató eficaz, saliéndose de la suerte y saltando, y le dieron una orejilla barata, una orejilla insulsa pero que salió en el telediario y seguro que será cantada por cronistas, corifeos, aduladores y demás patulea... Son las cosas de los algoritmos, de las revistas del corazón y de la tremebunda falta de afición
Y Morante. Lo vi insuperable con el capote, delicioso, asentado, profundo. Sin embargo, mal y feble con la muleta. No vio al primero y los artistas son así. Después, se calzó otra orejilla impresentable tras una faena mediocre a un bueno toro, a un astado obediente y noble, con el que no se confió. Bonito sí se puso, pero torear es algo mucho más profundo. Él mejor que nadie lo sabe. Tres tardes en Madrid y dos orejas. Morante feliz y la afición desconsolada. Menos más que nos queda su capote. No me gustó la corrida de Núñez del Cuvillo: mal presentada (no tan paupérrima como la vergonzosa de Garcigrande, pero impropia de Las Ventas), con muy pocas fuerzas y con tanta bondad que ni afloró la casta ni la profundidad. (Este post se ilustra con una bella foto de Juan Pelegrín en el que se ve el estilo tan personal de Morante con el capote).