Un estudio revela que los momentos de máximo estrés de un torero en la corrida llegan al concluir el primer toro
Juan Carlos Illera del Portal, director del departamento de Fisiología Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense, saltó el año pasado a los papeles por un estudio sobre la medición del dolor y del estrés en el toro bravo. De las conclusiones de aquella investigación se desprendía, entre otras cuestiones, que la raza de lidia posee un mecanismo singular que le hace liberar hormonas -entre ellas las betaendorfinas- de forma mucho más rápida que otras especies cuando se encuentra en situaciones que son estresantes. Pues bien, el profesor Illera del Portal, está ahora inmerso en la elaboración de un estudio sobre la respuesta al estrés de los toreros y ha concluido, en sus primeras pesquisas, que el momento más delicado lo vive el matador tras despachar el primero de sus astados y no en la habitación del hotel o en el patio de caballos momentos antes de comenzar el festejo. Este estudio se ha realizado, tal y como publicó el portal de información taurina www.burladero.com, después de comparar la concentración de cortisol -hormona relacionada con la respuesta al estrés- en la saliva a lo largo de todo un día de corrida. La recolección de la muestra de saliva se realizó mediante un sencillo método que consistió en la introducción de una celulosa en la boca. Durante el estudio se realizaron múltiples tomas de muestras para hacer un seguimiento de la concentración del cortisol a lo largo de la situación estresante, como por ejemplo en el caso del torero Jesuli de Torrecera en su tarde este año en la feria de Sevilla: desde que llegó al hotel, vistiéndose, en patio de cuadrillas y antes y después de cada toro. Sin embargo, estas apreciaciones científicas no parecen estar muy de acuerdo con la opinión de muchos matadores. Por ejemplo, el riojano Diego Urdiales dice que los peores momentos los vive en el hotel: «Las mañanas de corrida son muy duras». Otros toreros llegan a la plaza con el semblante completamente cambiado y enrarecido, con la mirada fija. Y es que el valor, el motor que es capaz de superar el miedo, es -tal y como asegura Luis Francisco Esplá- como una goma de borrar: «Hay que cuidarlo y dosificarlo porque llega un momento que se termina». El propio Juan Belmonte sabía lo que era el estrés aunque lo definía de otra forma: «El día que se torea crece más la barba; sin duda es el miedo». Sin embargo, uno de los casos más curiosos de la historia del toreo lo encarna Vicente Pastor, torero de principios del siglo XX, del que se decía que tenía tanto valor y era tan adusto en el ruedo que lo bautizaron como el sordao romano. Pues paradójicamente, era incapaz de ir a una corrida si no estaba en el ruedo. En el libro de Parmeno, 'Lo que confiesan los toreros', lo relataba así: «Me entra pánico. Me parece que el toro es más listo que los hombres y cuando veo que los va a coger, estoy botando en la almohadilla».