José Tomás estará este año en Madrid a pesar de todo. No me he querido ni imaginar a muchos de los que-yo-me-sé frotándose las manos cuando conocieron que el de Galapagar no haría el paseíllo en Las Ventas: ¡vaya Mesías! que no se atreve con Madrid, plaza en la que suele salir el toro y no el novillo afeitado y remocho de otros sitios, según sus propias manifestaciones, mil veces dichas como un mantra todopoderso que se impone tozudamente a cualquier razón. Confieso, no sin cierto rubor, que me sentí desolado cuando cristalizaron los peores augurios. No podía, no quería ni imaginar que al final de todo estuviera el maldito parné –debajo de las multiplicaciones siempre hay una gota de sangre de pato. decía Federico–. Pero no, corazón; debajo de las negociaciones subyacían cosas que probablemente se nos escapan, cosas que seguramente tengan que ver con jerarquías o con el placer de ver doblar la cerviz a más de uno. ¿Quién ha ganado?, me pregunto. Creo que José Tomás, que ha visto cómo se han tenido que conmover hasta altas instancias de la política –dicen que Esperanza Aguirre en persona misma– para que el empresario de Las Ventas pasara por el aro. Supongo que todo el mundo habrá tenido que morderse la lengua, incluso Boix, tentarse las hombreras. Sin embargo, creo que quien ha ganado de verdad es la afición y por ende, la fiesta de los toros. Y es que era un delito de lesa tauromaquia una feria de Madrid –sea la que fuere– sin José Tomás con José Tomás en activo; era un delito y un delirio, una equivocación y un perfecto disparate. También creo que se ha llegado a un extremo en las negociaciones que han tenido unos sesgos lamentables y que el espectáculo no ha sido nada reconfortante. Y ahora tendremos que esperar y confiar en que salga el toro y ponga a cada uno en su sitio, como debe ser, como mandan los cánones eternos de la tauromaquia.