«Rafael Azcona era muy pulcro. Cuando iba a torear se preocupaba mucho de su atuendo y de su gorrilla... Yo, que estaba muy fuerte en aquellos años, me encargaba de tirar la vaca al suelo, y entonces, bajaban Rafael y los otros amigos, que se resguardaban en la tapia, a dar unos lances». Así recordó ayer Heliodoro Díaz, uno de los amigos logroñeses de Azcona, sus andanzas de finales de los años cuarenta cuando soñaban con emular a Manolete. Y es que el monstruo de Córdoba hacía palpitar el corazón taurino de Rafael Azcona, un corazón amplio y repleto de conocimientos, tal y como quedó demostrado en el homenaje que le dedicó el Club Taurino Logroñés y que contó con Pedro María Azofra como hilo conductor. Julio Aparicio, al que Azcona colocó poéticamente un Cossío bajo el brazo, se quedó ensimismado cuando Miguel Flores le leyó la composición que le dedicó el guionista logroñés: «Si le gustaba Manolete es que sabía de toros; aunque permítanme que muestre mi admiración hacia Rafael como persona, sobre todo por su generosidad y por ser un hombre tan cabal». Igual que Heliodoro, que participó desde los asientos del público, intervino otro amigo de aquellos años, el pintor y crítico taurino Pepe Herráiz: «Es que nos desbordaba la afición», dijo; aunque «todos notábamos que Rafael era alguien muy especial, dotado de gran talento». Antonio Briones, por su parte, desveló otras de las pasiones de Azcona: el gusto por la conversación sobre toros, por la marcha de la temporada y por los nuevos valores que poco a poco van asomando a la fiesta.
domingo, 20 de abril de 2008
Azcona, ¡torerazo!
La emoción se desbordó ayer en el homenaje que le tributó el Club Taurino Logroñés a Rafael Azcona, en el que se puso de manifiesto su íntimo amor a la fiesta de los toros
«Rafael Azcona era muy pulcro. Cuando iba a torear se preocupaba mucho de su atuendo y de su gorrilla... Yo, que estaba muy fuerte en aquellos años, me encargaba de tirar la vaca al suelo, y entonces, bajaban Rafael y los otros amigos, que se resguardaban en la tapia, a dar unos lances». Así recordó ayer Heliodoro Díaz, uno de los amigos logroñeses de Azcona, sus andanzas de finales de los años cuarenta cuando soñaban con emular a Manolete. Y es que el monstruo de Córdoba hacía palpitar el corazón taurino de Rafael Azcona, un corazón amplio y repleto de conocimientos, tal y como quedó demostrado en el homenaje que le dedicó el Club Taurino Logroñés y que contó con Pedro María Azofra como hilo conductor. Julio Aparicio, al que Azcona colocó poéticamente un Cossío bajo el brazo, se quedó ensimismado cuando Miguel Flores le leyó la composición que le dedicó el guionista logroñés: «Si le gustaba Manolete es que sabía de toros; aunque permítanme que muestre mi admiración hacia Rafael como persona, sobre todo por su generosidad y por ser un hombre tan cabal». Igual que Heliodoro, que participó desde los asientos del público, intervino otro amigo de aquellos años, el pintor y crítico taurino Pepe Herráiz: «Es que nos desbordaba la afición», dijo; aunque «todos notábamos que Rafael era alguien muy especial, dotado de gran talento». Antonio Briones, por su parte, desveló otras de las pasiones de Azcona: el gusto por la conversación sobre toros, por la marcha de la temporada y por los nuevos valores que poco a poco van asomando a la fiesta.
«Rafael Azcona era muy pulcro. Cuando iba a torear se preocupaba mucho de su atuendo y de su gorrilla... Yo, que estaba muy fuerte en aquellos años, me encargaba de tirar la vaca al suelo, y entonces, bajaban Rafael y los otros amigos, que se resguardaban en la tapia, a dar unos lances». Así recordó ayer Heliodoro Díaz, uno de los amigos logroñeses de Azcona, sus andanzas de finales de los años cuarenta cuando soñaban con emular a Manolete. Y es que el monstruo de Córdoba hacía palpitar el corazón taurino de Rafael Azcona, un corazón amplio y repleto de conocimientos, tal y como quedó demostrado en el homenaje que le dedicó el Club Taurino Logroñés y que contó con Pedro María Azofra como hilo conductor. Julio Aparicio, al que Azcona colocó poéticamente un Cossío bajo el brazo, se quedó ensimismado cuando Miguel Flores le leyó la composición que le dedicó el guionista logroñés: «Si le gustaba Manolete es que sabía de toros; aunque permítanme que muestre mi admiración hacia Rafael como persona, sobre todo por su generosidad y por ser un hombre tan cabal». Igual que Heliodoro, que participó desde los asientos del público, intervino otro amigo de aquellos años, el pintor y crítico taurino Pepe Herráiz: «Es que nos desbordaba la afición», dijo; aunque «todos notábamos que Rafael era alguien muy especial, dotado de gran talento». Antonio Briones, por su parte, desveló otras de las pasiones de Azcona: el gusto por la conversación sobre toros, por la marcha de la temporada y por los nuevos valores que poco a poco van asomando a la fiesta.