Carmelo Bayo, un buen amigo de Arnedo, se solaza con su cámara fotográfica y le gusta disparar justamente cuando Diego Urdiales traza muletazos lentos como el discurrir de las horas. Carmelo ama el toreo, sueña con él, y tal y como demuestra con sus imágenes, es capaz de describir la tauromaquia de Diego Urdiales sin utilizar el eco de las palabras, tan sólo se sirve de su cámara –de su oportuna pericia–, para desde el tendido adivinar esa millonésima de segundo en la que cada suerte se expresa con toda su belleza, con su radical amplitud. Carmelo Bayo conoce de Diego Urdiales casi todo desde que ambos eran niños; pero reconoce y se asombra con la forma en la que está creciendo en su empaque y expresión ante los toros, aunque estos carezcan del empuje y la boyantía suficientes para romperse con ellos por debajo. Diego Urdiales, que apenas lleva cinco corridas en dos años, sorprende por su concepto, por el amor que siente hacia el toreo clásico y la forma que es capaz de plasmarla en el ruedo. En este pequeño reportaje, –pinchad aquí– podemos disfrutar de algunos de sus muletazos llevados a la magia de los pixels por obra y gracia de Carmelo Bayo.