Todavía me cuesta creer lo que finalmente ha sucedido con la negociación entre José Tomás y los empresarios de Madrid; me cuesta creer que José Tomás no vaya por dinero a Las Ventas, por muy pequeña que sea la diferencia entre ambas partes. Lo negro y complejo que emana de los despachos nos enturbia con un hedor maloliente que hace un daño brutal al maestro de Galapagar. La plaza se va a llenar igualmente y para el empresario no era crucial la contratación del torero; para el torero sí, para su crediblidad, para demostrar que su vuelta no estaba concebida como un producto de mercadotecnia y que el no era ningún mesias de nada, sólo un torero impresionante que torea con más verdad que nadie. Y ahora, de nuevo, vendrán los agoreros con el morral lleno de razones –no seré yo el que se las quite–, con el semblanre rubicundo: "No ves, ya lo decía yo". Y probablemente estén en lo cierto y no es menos cierto que estoy tan decepcionado que como apunta Andrés Verdeguer Taléns: Cómo era aquello... vivir sin torear no es vivir. Y ahora qué, si tan espiritual quedó la frase en su día, ¿por qué ahora tanta economía? ¿Somos estúpidos o qué pasa?.
o P.D. Un día le dijo esto José Tomás a Joaquín Sabina en El País: Nunca se puede poner uno delante de un toro por dinero. Porque no hay nada que pueda pagar la vida de un ser humano.