José Tomás lancea con el sonido del piano de Dorantes (Orobroy se llama el tema). El toreo surge como culminación estética: el toreo dicho con profunda desnudez, dicho con la lentitud de los anhelos, con la perseverancia de las derrotas, con el llanto de los desencuentros, con la prisa de los primeros besos, con el pudor de las miradas que se encuentran de improviso; el toreo, en fin, como la propia vida, como la demostración absoluta de que, a veces, lo imposible puede ser, de que cuando menos te lo esperas viene ella y te sonríe.