«Marina Heredia me transmite emoción y verdad. Tiene una voz flamenca, dulce, con muchos matices y una forma de expresión muy actual», ha dicho en más de una ocasión la gran Carmen Linares de la artista que esta noche regresa al Salón de Columnas tras ocho largos años de ausencia de nuestra ciudad. Y es que esta belleza del Albaycín nazarí de Granada, hija de Jaime ‘El Parrón’, dejó un bellísimo concierto, cuando apenas era una niña y se atrevió a marcarse una deliciosa actuación en solitario en nuestra ciudad en una de las primeras ediciones de los Jueves Flamencos. Marina Heredia se estrenó a los doce años en público y junto con Estrella Morente y Arcángel completa el trío más venerado del novísimo flamenco y ha llegado a ponerse delante de ambientes radicalmente distintos, lo mismo participa en el Espárrago Rock (98) que en una ópera, ‘Amore’ (99) de Mauricio Sotelo. Viene acompañada por la guitarra de Luis Mariano, que dejó una impresionante actuación por su sutileza hace unas semanas con Juan Pinilla en Bodegas Riojanas.
o Hace ocho años. Recupero ahora las sensaciones que me transmitió Marina cuando la vi por primera vez y pongo el artículo que escribí en Diario La Rioja tras su actuación: Marina Heredia posee una voz hermosísima y llena de dulzura; una voz que acaricia más el alma cuanto más flamenca la pone. Esta jovencísima y bella cantaora –con aspecto de estudiante de Oxford– goza de una técnica depurada y labrada con muchas horas de estudio y dedicación al cante. Marina nos dejó el pasado jueves un recital más que estimable, en el que se paseó por los palos más comprometidos del flamenco con una naturalidad tan asombrosa que por momentos parecía teñida de cierta frialdad. Y no es eso. A Marina, como es el caso de Estrella Morente, Miguel Poveda y otros cantaores de su generación, hay que darles tiempo y esperar que vayan enfrentándose a la vida, a su propia personalidad, a los desarraigos y a las alegrías, para que su consistencia artística brote por su propio peso si es que tiene que aflorar. El público logroñés estuvo extrañamente lejano durante el concierto. Sin duda, el recuerdo de José de la Tomasa había colocado el listón a un nivel muy alto. Y quizás, en vez de esperar por dónde salía la bella niña granadida, nos pusimos todos a medir su cante como si fuéramos el mismísimo tendido siete de Las Ventas. No había pañuelos verdes, pero casi. Y entretanto, para el que la quiso escuchar sin complejo alguno y dejándose acariciar por su garganta, Marina Heredia deshojó una soleá llena de rajo, con una pronunciación milimétrica y con una sutileza que permiten adivinar en ella una voz que puede llegar madurando a cotas de verdadera importancia. Los ecos de Carmen Linares, como los de Enrique Morente, estuvieron presentes en todo el concierto, especialmente por las cantiñas de La Mejorana, con las que rompió plaza y que por momentos llegó a bordar. Los fandangos fueron perfectos de concepción y trazo, pero en ese palo fue quizás donde más se adivinó la bisoñez de la cantaora. Sin embargo, el martinete (desnudo de electricidad y megafonía) la siguiriya y la granaína le salieron redondas, plenas de técnica y expresividad. Marina no ha hecho más que presentarse en las procelosas aguas del cante. Tiene la suerte de contar con una voz de melaza que le irá creciendo con el tiempo y una enorme afición, por ello merece la pena guardar su nombre anotado en la libreta donde los aficionados guardamos nuestra esperanza sobre las nuevas voces que poco a poco hayan de ir renovando este dificilísimo arte llamado cante grande. (Quinto concierto de los Jueves Flamencos del Salón de Columnas. Cante: Marina Heredia. Toque: Emilio Maya. Salón de Columnas del Teatro Bretón: Lleno. Jueves, 23 de marzo de 2000).