Un paseo por La Rioja otoñal: desde los tonos picotas y cerezas de los feraces garnachos de Peña Isasa a la suavidad de los pasteles ocres del tempranillo de la Sonsierra, con luces perezosas que se cuelan en el fondo de las viñas y que rebotan en unos cielos salidos de los pinceles de Giotto
La Rioja estalla multicolor tras la vendimia. Ha llegado el otoño del terruño y por eso los lomos de las laderas afrontan el bazuqueo de los rayos del sol en un singular crepitar de luz y brillo antes de rendirse al invierno, cuando las hojas de los viñedos caigan al suelo para engordar la mineralidad de la tierra. Las viñas se alimentan a sí mismas en un círculo vegetativo que tiene un momento de límpida belleza, de singular cromatismo entre octubre y noviembre, cuando la mayor parte de las uvas ya ha florecido entre la levadura y los primeros y esperados caldos del año se trasiegan por mesones, casas, fiestas y restaurantes de todas las geografías. (Las fotos son de Fernando Díaz).
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o Artículo publicado en el especial Lo mejor del Vino de Rioja, de Diario La Rioja.