martes, 6 de noviembre de 2007
Un cinqueño de Yonnet acalorado
Debe de hacer calor en la dehesa gala porque la hierba amarillea como a hurtadillas. El toro holgazanea por su mundo con la misma ansia que un papelillo deambula a merced del viento. Ahora me espachurro allá, después acullá... Rumiará en silencio cuando aparezca el mistral o quizás se encampanará ante alguno de sus hermanos. Pero se sabe toro; mejor dicho, torazo, con los pitones brillantes como si se los hubiera untado en betún. El belfo acuoso y la mirada distraída. Hace calor y con una atávica rutina esparce granitos de tierra como en una minúscula tormenta para refrescarse los lomos. El barrillo rodará por su morrillo hasta llegar a las pezuñas tras despeñarse como un mini alud por las tablas del cuello. Arqueará la panza y con la cola espantará las malditas moscas con un crujir de remolinos. Lo hace en silencio porque lo más agitado de su garganta suele ser el reburdeo de las noches solitarias. Está acalorado; no hay duda.
o Gracias a los amigos de Campos y Ruedos por sus maravillosas fotografías