Es un día extraño pero gozoso. El Diario de Noticias, de Pamplona, saca en la edición de hoy esta página sobre lo que sucedió el 14 de julio de 1994. En la información, brillantemente redactada, se obvian algunas cosas, pero me da igual porque ha pasado mucho tiempo. Como decía el maestro José Antonio Iturri, los años tienen el defecto de acumularse. Estoy feliz, 13 años después he vuelto a publicar un artículo en Diario de Noticias, y no un artículo cualquiera. Gracias a todos los responsables de que haya sucedido así. Muchas gracias, de verdad.
o El Cossío incluye en su antología 1981-2007 un artículo de DIARIO DE NOTICIAS
o EL TEXTO DE PABLO GARCÍA MANCHA CRITICA EL RABO CONCEDIDO A JESULÍN EL 14 DE JULIO DE 1994
o La última edición de la enciclopedia sobre tauromaquia contiene 10 volúmenes con las mejores crónicas de la historia
PAMPLONA. La ultimísima edición del Cossío, enciclopedia exhaustiva de todo lo relacionado con la tauromaquia, ya está en la calle con sus nuevos 30 volúmenes actualizados hasta el presente 2007, en lo que constituye una obra magna, de referencia ineludible para todos los profesionales de la fiesta y de consulta muy recomendable para cualquier aficionado. En el último de esos 30 volúmenes, que salió a los kioskos el pasado 4 de noviembre, se incluye entre los mejores artículos periodísticos del periodo 1981-2007 una crítica taurina aparecida en DIARIO DE NOTICIAS el 15 de julio de 1994. Firmada por el periodista Pablo García Mancha, opinaba con dureza sobre el rabo concedido a Jesulín de Ubrique en la última tarde sanferminera.
El episodio
Un rabo que trajo cola
Cortar un rabo en una plaza de toros siempre es un hecho singular: este trofeo significa casi, casi, acercarse a la perfección taurómaca en todos los tercios y eso requiere, de manera implícita, que el toro sea un animal de calibre. Al típico toro artista y tontorrón nunca se le debería cortar el rabo. Si esto es así en una plaza normal, se multiplica notablemente en plazas de espíritu torista, y Pamplona es una de ellas o la más importante. Aquí cada vez que la presidencia otorga un rabo es objeto de discusión en todo el orbe taurino. Siempre se debate sobre esa concesión acaloradamente, y rara es la ocasión en la que hay un acuerdo amplio. En el caso del rabo que Teresa Moreno, concejala de UPN entonces y ahora, concedió a Jesulín de Ubrique en los Sanfermines de 1994 hubo un acuerdo casi aplastante: la concesión de aquel trofeo fue una vergüenza porque el de Ubrique, con una orejilla, iba hasta demasiado bien servido. Pero la presidencia se dejó contagiar del espíritu verbenero de la solanera en tarde de despedida, del salero de un torero joven y guapo que llevaba entonces una temporada penosa que, gracias a la señora Moreno, remontó y de los efluvios de una juerga general que llevó, incluso, a una pareja joven con un bebé a saltar al ruedo con el toro recién despenado para fotografiarse con el héroe mediático y revolucionario. En los últimos 40 años apenas se han concedido cinco rabos en la Monumental de Pamplona. Curiosamente, tres de ellos se entregaron en el último toro de la última corrida de la Feria. Por algo será. Es como si el presidente de turno se quisiese conceder un homenaje a sí mismo despidiendo la fiesta y el ciclo taurino en plan campeón. Pasó esto con el rabo que cortó Antonio José Galán a un toro de Miura el 14 de julio de 1973 (arropado por cuatro orejas), con el lamentable de Jesulín frente a un toro de Osborne el 14 de julio de 1994, y con el no menos lamentable de Antonio Ferrera frente a un toro artista de Victorino Martín (que había enviado un encierro impresentable) el 14 de julio de 2006. Los tres eran el sexto de la tarde. El de Galán, eso sí, no sólo no fue discutido, sino que hubo aclamación general en favor del malogrado diestro. Los otros dos rabos que faltan en este recuento fueron conseguidos por Antonio Ordóñez en 1968 y por Pablo Hermoso de Mendoza en la despedida del mítico Cagancho, el 6 de julio de 2002. La pamplonesa Feria del Toro tiene tantas singularidades que impresiona. Una de ellas es que la prensa local escribe, mucho y bien, de lo que acontece en cada tarde en la Monumental. Probablemente no haya ninguna otra ciudad en el planeta taurino en el que se hace tanta crítica (y crónica) y de tanta calidad. Un suceso como la concesión de un rabo no puede pasar desapercibido. Y si esa concesión no se sostiene, las plumas se afilan de modo notable. Y eso es lo que pasó aquel 14 de julio de 1994 después de que Jesulín engatusase a la presidencia de manera chabacana, y ésta cayese en su celada de modo incomprensible. Las plumas se afilaron y toda la prensa especializada era, al día siguiente, un clamor. La local y la nacional. Este periódico, como es habitual, publicó numerosas crónicas, redactadas con mayor o menor fortuna. Todas ellas coincidían en que la actuación de Tere Moreno, curiosamente procedente de familia de ganaderos de bravo, había sido lamentable. Una, sólo una de todas aquellas opiniones, ha merecido los honores de ser incluida, ya para los restos, en el Cossío, que viene a ser como la Biblia del mundo de los toros. La firmaba Pablo García Mancha, en aquellos momentos crítico taurino de este periódico, y se titulaba El rabo de la señora presidenta. Ahora forma parte de una antología de la crítica taurina de los últimos años, seleccionada de modo riguroso. >D.N.
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