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Eso quiere decir que 'El Juli' estuvo mal. En absoluto. El torero madrileño realizó una extraordinaria faena a un toro que tuvo que mantener en pie al principio y que luego, tras sujetarlo, dio tres excelentes tandas por la derecha. Tras la primera fue volteado, volvió a la cara del astado como un jabato, siguió como una gran figura del toreo que sin duda es y despenó al Zalduendo de una buena estocada en la que se salió clamorosamente de la suerte. Gran faena. No lo dudo, pero a un medio toro protestado de Zalduendo de muy deficiente presentación para lo que un día fue la plaza de Logroño. Diego Urdiales llegó a San Mateo en la penúltima oportunidad de su vida y tras dos años sin torear (excepto tres festivales y una corrida en agosto de Baltasar Ibán en Alfaro en la que toreó maravillosamente y se entretuvo en cortar tres orejas y un rabo). Triunfó por derecho con la corrida de Cebada Gago y lo pusieron en la de Victorino. Toreó superiormente al primero, con el que volvió a tocar pelo, y se jugó la vida y de qué manera frente a Molinito. Lo cuajó con el capote, llevó la lidia con absoluta solvencia colocando al toro frente al caballo como les gusta a muchos que presumen de toristas, enceló al victorino en un gran inicio de faena y tan bien estuvo con él que un toro que nunca humilló pero que era un vendaval embistiendo se llevó el mayor premio que un astado puede disfrutar en un ruedo. La plaza era un clamor. Urdiales, el torero con el que nadie contaba, había logrado un sueño, un anhelo con el que ni siquiera se hubiera atrevido a soñar. El delirio. Y el torero siguió lanceando. La gente lloraba; mis amigos toristas estaban derretidos. Grandioso, mágico, histórico.
Y llegaron los jurados para poner las cosas en su sitio. Los dos premios más importantes que se conceden en La Rioja para ‘El Juli’, que tiene cientos de salas de trofeos rebosantes de galadornes, placas, esculturas de todo tipo y tamaño. Habrá de oro, de plata y platino, de bronce, de mármol de Carrara, de madera de boj, de pino montano, de cristal, de plástico, de tela. Me imagino cuadros allí, esmaltes, fotografías, huecograbados, bajorrelieves, trompetillas, cristos de cristal y de ámbar, estoques carmesí, zahones, espuelas, radios, orejas de oro, rabos de metacrilato. Y aún más cosas que mi torva imaginación no me permite alcanzar. Pues bien; ahora tiene dos más y el de la Comunidad repetido.
Y en Arnedo Diego Urdiales, entrenando, confiando en sí mismo, preguntándose las razones. No las busques torero. El sueño de la razón produce premios; monstruos quiero decir.