Nunca he creído en los premios taurinos, en los cinematográficos ni en los literarios. Por muchas razones, pero principalmente porque la subjetividad y los intereses de los jurados suelen imperar sobre la justicia. He visto en alguna feria riojana premiar como bravo a un toro que se había repuchado varias veces en el caballo y decir a algún jurado que tal torero tomaba la muleta por el extremo del estaquillador cuando lanceaba por la derecha. He visto premiar con parabienes de lujo estocadas defectuosas, quites lamentables o confundir chicuelinas con tafalleras o medias verónicas. Los jurados, en la mayoría de los casos cuando fallan hierran y cuando aciertan fallan. Y digo todo esto porque me acabo de enterar de que los premios de la Comunidad Autónoma de La Rioja a la mejor faena de la temporada en la región y el del Ayuntamiento-Club Taurino Logroñés sobre lo mismo, pero exclusivamente de la Feria Matea, han ido a parar al alimón a manos de Julián López 'El Juli'. Y no me ha sorprendido en absoluto, aunque estoy triste, decepcionado y enfadado porque en esta ocasión creo que era de justicia haberle concedido alguno de los dos –o ambos– a Diego Urdiales, autor del indulto de 'Molinito' y protagonista del suceso más alucinante que se haya vivido en la plaza de Logroño desde que yo tengo uso de razón y desde que mi abuelo la alcanzó a tener.
Eso quiere decir que 'El Juli' estuvo mal. En absoluto. El torero madrileño realizó una extraordinaria faena a un toro que tuvo que mantener en pie al principio y que luego, tras sujetarlo, dio tres excelentes tandas por la derecha. Tras la primera fue volteado, volvió a la cara del astado como un jabato, siguió como una gran figura del toreo que sin duda es y despenó al Zalduendo de una buena estocada en la que se salió clamorosamente de la suerte. Gran faena. No lo dudo, pero a un medio toro protestado de Zalduendo de muy deficiente presentación para lo que un día fue la plaza de Logroño. Diego Urdiales llegó a San Mateo en la penúltima oportunidad de su vida y tras dos años sin torear (excepto tres festivales y una corrida en agosto de Baltasar Ibán en Alfaro en la que toreó maravillosamente y se entretuvo en cortar tres orejas y un rabo). Triunfó por derecho con la corrida de Cebada Gago y lo pusieron en la de Victorino. Toreó superiormente al primero, con el que volvió a tocar pelo, y se jugó la vida y de qué manera frente a Molinito. Lo cuajó con el capote, llevó la lidia con absoluta solvencia colocando al toro frente al caballo como les gusta a muchos que presumen de toristas, enceló al victorino en un gran inicio de faena y tan bien estuvo con él que un toro que nunca humilló pero que era un vendaval embistiendo se llevó el mayor premio que un astado puede disfrutar en un ruedo. La plaza era un clamor. Urdiales, el torero con el que nadie contaba, había logrado un sueño, un anhelo con el que ni siquiera se hubiera atrevido a soñar. El delirio. Y el torero siguió lanceando. La gente lloraba; mis amigos toristas estaban derretidos. Grandioso, mágico, histórico.
Y llegaron los jurados para poner las cosas en su sitio. Los dos premios más importantes que se conceden en La Rioja para ‘El Juli’, que tiene cientos de salas de trofeos rebosantes de galadornes, placas, esculturas de todo tipo y tamaño. Habrá de oro, de plata y platino, de bronce, de mármol de Carrara, de madera de boj, de pino montano, de cristal, de plástico, de tela. Me imagino cuadros allí, esmaltes, fotografías, huecograbados, bajorrelieves, trompetillas, cristos de cristal y de ámbar, estoques carmesí, zahones, espuelas, radios, orejas de oro, rabos de metacrilato. Y aún más cosas que mi torva imaginación no me permite alcanzar. Pues bien; ahora tiene dos más y el de la Comunidad repetido.
Y en Arnedo Diego Urdiales, entrenando, confiando en sí mismo, preguntándose las razones. No las busques torero. El sueño de la razón produce premios; monstruos quiero decir.