Tarde de rejones. Llenazo de no hay billetes. Expectación y resaca de toros, resaca de Victorinos, resaca de una feria que terminó ayer con las diabluras de Pablo Hermoso de Mendoza, insuperable con Chenel en su primero y mágico después con Silveti, un caballo castaño y precioso que parece quebrar con un compás y un cartabón en cada pata. Silveti sabe de geometría, de matemáticas y si se le pregunta, seguro que se pone a hablar latín y traduce en un pis pas la Guerra de las Galias y la Conjuración de Catilina. Y no sorprende, porque los caballos de Pablo son así, listos como el hambre, hechos a imagen y semejanza de su amo, rápidos, sin ambages y que cuando quiebran jamás lo hacen a traición: entregan lo mejor de sí y si se sienten esa tarde zalameros o píos –según convenga– no les importa lo más mínimo jugarse la vida y sentir el fulminate roce de los pitones romos –pero terribles– por sus femorales. ¿Tendrán acaso los caballos femorales? Quién sabe. Pablo ha logrado la belleza más serena del toreo a caballo. Ha convertido en sutil armonía la violencia misma del encuentro de dos animales antagónicos. De ahí, Chenel, como una estrella persistente que ayer cuajó un tercio de banderillas sublime al segundo de la tarde. Sin levantar una mota de polvo conjugó varios verbos taurinos sin un solo estrambote: parar, templar, mandar y cargar la suerte, que decía el maestro Domingo Ortega, hijo de Borox, paleto y amigo a la vez de Ortega, Cossío o Díaz Cañabate. Y ante este maestro tenía que salir Sergio Domínguez. Y como torero que es, con el noble afán de ganarle la pelea ¿Habrá en el toreo empresa más complicada? Sinceramente, creo que no. Por eso, la meta de Sergio era otra: era demostrar que, a pesar de comparecer La Ribera sin su mejor caballo, –el maravilloso Gallito– es uno de los rejoneadores con más futuro del escalafón, con más pureza, con más técnica. Y dejó sobre el albero grandes momentos de torería con Ronda, Mejicano y Rebujito. Y Sergio, la plaza sigue en Logroño. Seguro.
o Séptima y última corrida de la feria de Logroño: Seis toros reglamentariamente despuntados para rejones de Luis Terrón, bastos voluminosos, buenos, mansitos, sosos y nobles. Fermín Bohórquez: palmas y pitos. Pablo Hermoso de Mendoza: silencio y oreja. Sergio Domínguez: saludos en ambos. La plaza colocó el cartel de no hay billetes.