Sergio Domínguez se las vio ayer en Alfaro con dos de sus maestros: Joao Moura y Pablo Hermoso de Mendoza. La cuestión no era sencilla porque el joven riojano tenía frente a sí los dos más grandes rejoneadores de los últimos tiempos, y aunque Moura suele fallar en la muerte, con el primero de sus toros dio un auténtico recital de lo que es el torero a caballo: suavidad, medida, doma e irse siempre al pitón contrario buscando por derecho la franca embestida del mejor toro de un deslucido encierro de Benítez Cubero (que nos devuelvan el dinero, que mascullaban los clásicos revisteros). Tras la lección lusa compareció en el ruedo Hermoso con su glorioso arsenal: Curro, Chenel, Merlín y un nuevo caballo que va a dar mucho que hablar: Oro Viejo se llama (de momento). El toro no acompañó, pero Pablo lo embelesó con esa fiera con nombre de torero de Madrid y estuvo certero con el debutante. Dos orejas le soplaron desde el palco y hubo quien le pidió el rabo. Y salió, al fin, el de Calahorra. Y llegó el turno de Gallito y dejo boquiabierta a la afición meced a tres banderillas impresionantes. Es decir: sitio entre el toro y el caballo. Un balanceo precioso para fijar la embestida y una batida al pitón contrario para salir del embroque con guapeza dejando la banderilla arriba del morrillo, en todo lo alto sin pegar después ni uno de esos sórdidos caballazos tipo rodeo que acostumbran muchos compañeros de escalafón. No mató como merecía la faena y se llevó una oreja de esas que tienen color gris, color ceniza... De hecho, fue un caballo ribeteado con esos tonos con el que Hermoso volvió a cortar dos nuevos apéndices: Sármata, un equino feote y gris que tiene alma de torero valiente. Es como Ruiz Miguel pero en caballo o como Manili, pero a cuatro patas. Y cuando la corrida acababa, en el sexto, más tranquilo que nunca, volvió Sergio Domínguez a lomos de Maestranza, una yegua con la que espera a los toros en toriles y que consiente al burel pegándolo literalmente a su cola, con hermetismo, con delicadeza. Y era cosa de chicas, y salió Ronda, tan bella, tan dorada de sienes que fue engatusando con piruetas al colaborador Hidalgobarquero. Y al final, con Diamante, logró banderillas arriba, quiebros y toreo del bueno ante dos genios, que miraban al riojano quizá viéndose ellos mismos reflejados. Y terminó con Rebujito dejando la estocada soñada. El toro sin puntilla y Sergio con Pablo a hombros saboreando un triunfo merecido y leal. (Foto de Alfredo Iglesias en la que se ve a Sergio Domínguez con Ronda).