El estilismo no está en las palabras sino en la manera de usarlas, escribía Francisco Umbral en uno de sus libros de memorias –titulado Trilogía de Madrid– en un capítulo en el que hablando de Camilo José Cela decía que aplicaba a palabras como «culo» o «cojones» el mismo tratamiento que Rubén Darío había otorgado a «nenúfar». Y he aquí una de las claves más poderosas de Umbral, su manejo de la lengua y el habla para llegar a la esencia de las palabras ofreciendo literatura a cambio de ideas; sin medias tintas. Por eso admiraba a Pemán y a Ruano, «porque siendo tan diferentes los dos, ambos poseían el secreto del artículo y yo me consideraba un articulista nato». Y ha sido el gran articulista. Umbral se inventó a sí mismo; hizo de su pluma un personaje brutal y tiernamente desconsiderado que recuerda –salvando las distancias que imponen el tiempo, las nacionalidades y las ideas– al inefable Chateaubriand, otro animal de la literatura, otra máquina poderosísima de escribir que prefería la arrogancia de su pesimismo airado a los sinsabores de las tabernas. Umbral se recogía a sí mismo e hizo de la columna periodística la mejor de sus bazas, la más genuina. Si las memorias de Chateaubriand –tituladas de Ultratumba– se componen de más de 42 volúmenes, la obra de Umbral supera ampliamente los cien libros. Sin embargo, es en el temblor que supone el ejercicio periodístico diario donde mejor se aprecia ese espíritu desbocado del autor de ‘Larra, anatomía de un dandy’, una singular visión de sí mismo a través de la vida y la obra del pionero del periodismo de la crítica social. Y por eso cada mañana había un asombro: «El vino para los españoles es como una persona más», escribió cuando desde la Unión Europea se planteó el arranque de 350.000 hectáreas de viñedo. Unos años después, a través de Javier Villán, su principal biógrafo, tuve la fortuna de charlar con él sobre el vino, el periodismo, la literatura y la vida. «El vino es un ser vivo ya que se han hecho experimentos y se ha comprobado que reacciona de diferentes maneras. Y por ello da vida al que lo bebe razonablemente», dijo. Pero también reconocía que se emborrachaba con whisky y que en Estados Unidos bebía Coca-cola porque sabía mejor que la española.
o Artículo publicado hoy en Diario La Rioja.