Alejandro Talavante conmovió a Las Ventas el domingo, toreó con un capote de José Tomás, comparte su mentor y la misma concepción de la tauromaquia
El domingo la plaza de Las Ventas entró en trance. Confirmaba Alejandro Talavante su alternativa y en sexto lugar apareció uno de esos atanasios mansos pero de embestidas infinitas... Y se produjo la catarsis, las dos orejas y el encumbramiento de un torero que ha pasado del anonimato a estar en todas las ferias en menos de un año. Es decir, casi el tiempo exacto desde que se produjo el llamado efecto Talavante en el anterior San Isidro. En aquella novillada, el torero pacense asombró por su increíble parecido con José Tomás, tanto físico como en sus maneras. Y curiosamente, en el callejón apareció como apoderado Antonio Corbacho, el hombre que siempre acompañaba al torero que ahora ha decido reaparecer. Mas Talavante no cortó ninguna oreja, e incluso alarmó por su absoluta impericia con la espada. Pero su toreo, su quietud y su aroma a José Tomás hicieron el resto. Días después tomó la alternativa y de pronto los empresarios empezaron a colocarlo en las ferias. Sin triunfar en Madrid recorrió España –pasó por Logroño con desigual suerte– y enseguida empezó a labrarse su leyenda. En las entrevistas que concedió –tantas que se solapaban unas a otras– empezó a hablar del toreo como ejercicio espiritual en el que la inmolación del hombre es parte del ritual de la entrega. También hizo gracia la anécdota de la zapatería: decía la leyenda que un día Corbacho y Talavante fueron a comprar unos zapatos. El maestro no se decidía entre los siete u ocho pares que más le gustaban (los especialistas todavía no se han puesto de acuerdo en el numero de mocasines que había en liza). Y Corbacho le dijo al matador: «Una figura del toreo no puede dudar ni en una zapatería». Y se los compró todos. Aquello hizo gracia pero Talavante empezó a cuajar también sus maneras y a preparase a fondo para este año. Y las cosas no han podido empezar mejor: dos orejas en Valencia y ahora el zambombazo de Madrid. Eso sí, nadie se ha puesto de acuerdo para definir su faena: imperfecta para unos, de asombrosa valentía para otros. El caso es que Talavante –el torero más parecido del mundo a José Tomás sin ser José Tomás– logró el domingo de Resurrección enloquecer a la considerada primera plaza del mundo, situarse a un paso de la cima del escalafón y demostrarse a si mismo que aunque para otros sea una fotocopia él sí cree en su verdad. (Artículo publicado hoy en la página temática de toros de Diario La Rioja).