Vicente Amigo es un guitarrista al que le posee un talento excepcional, una capacidad dinámica para desplazarse entre las cuerdas de la guitarra sólo comparable a la soltura de Teseo en el laberinto. Amigo encandila; acerca el flamenco a los corazones, pero ayer en Riojafórum dio la sensación de que no terminó de arrebatarse y desenvainar su espada, ésa que blandía el torero de sus sueños –José Tomás en su bulería Campo de la verdad– y con la que logró anoche los mejores momentos de una actuación cabalmente perfecta, técnicamente reunida, pero lejana y fría, como si en tanta perfección flamenca se hubiera colado de rondón un inesperado espíritu cartesiano, como si en vez de estar en el concierto sonaran los cascos del ipod. La noche quizás se prometía más feliz, sobre todo escuchando la perfección sonora de la actuación y viendo los primeros compases de la maravillosa soleá con la que desengrasó su guitarra en este 2007. ‘Mezquita’ le salió llana y cristalina, casi virgen porque sólo al final se sumaron palmas a compás para afinar el camino que fue desempolvando con aires de siguiriya y cabal, con la rondeña abandolá y con todos los registros que domina este James Dean de la guitarra, que parece haber detenido su epidermis en la veintena, aunque su suave mirada empiece a frisar ya con la raya donde habitan los cuarenta. El concierto siguió creciendo después con otro tema con sabor a fandangos, con reminiscencias a Manolo Sanlúcar en el que se comenzó a entreverar el potencial de la banda que Vicente Amigo se trajo a Logroño. Y llegó lo mejor de la noche, la bulería ‘Campo de la verdad’, que comienza sin saber muy bien a qué palo corresponde y termina con una energía impactante, sobre todo cuando se monta en los lomos de Blas Córdoba y se desata el flamenco en su arrebato ancestral, en su fulgor, en su esencia mítica. Y ahí sí que se calentó la cosa y dieron entonces ganas de desembarazarse de los cascos del reproductor. Luego, Amigo se fue por tangos, incluso por rumbas, ‘De mí pa tí’ para terminar antes de la despedida con el ‘Bolero a Marcos’, una pieza caprichosa y delgada que regaló a su hijo. La gente le pidió más y Amigo salió con la bulería ‘Oriente Mediterráneo’, breve en la garganta de Blas Córdoba quien apenas se dio una vueltecita al cante. Y ahí terminó la cosa: un repaso exclusivo a su último disco –‘Un momento en el sonido’– que no llegó a conectar con el público con la electricidad clásica del flamenco.
Perrate: cante vulgar
La segunda parte de la noche vino de la mano de Tomás de Perrate, un cantaor de muy poco recorrido que dibujó casi toda su actuación a base palos livianos y melódicos. Se estiró por soleá y la cosa no pasó de discretita... Un año más, el flamenco volvió a pasar de puntillas por Actual, a pesar de que Vicente Amigo es uno de los grandes de la guitarra y que el utrerano Tomás de Perrate venía acompañado de cierta fama de cantaor surcado de nuevos ecos.