Wynton Marsalis dialoga con la batería en una sucesión increíble de encuentros y desencuentros, de armonías inauditas que a veces, de tan inalcanzables, parecen un ejercicio de estilo desprovisto de alma. Da la sensación de que no va a llegar y después del clímax, entra la sección rítmica para devolvernos a la realidad. Una preciosidad.