Parece que exista una confabulación interplanetaria y que en Paco de Lucía el tiempo no tenga la manía de acumular hoja tras hoja en los calendarios con el duro efecto de la aliteración, sino que se posa en su alma como un pajarillo de madrugada, con un suave tintineo que acaba entrometiéndose también en el ánimo de los que le escuchamos. Paco de Lucía coquetea con la guitarra, saca de ella notas de millones de colores. Es difícil describir cómo se puede alcanzar tan alta maestría, tal capacidad de respuesta, tal velocidad y permanecer sentado disfrutando a la vez con un quejío de La Tana, que canta de dulce. (Dedicado a Raquel, que lo va a seguir escuchando fetén y ella lo sabe)