Cigarrero fue un toro colorao, bien criado, lustroso, con un corpachón poderoso y unas defensas astifinas que cortaban el aire al paso del vuelo de su anatomía engallada. Cigarrero no fue ni manso ni bravo, fue uno de tantos bureles anodinos que llevan en desconsuelo a los tendidos. Un ejemplar prototípico de la factoría que tienen por la parte de Toledo los hermanos Lozano, otrora empresarios de Madrid, apoderados de ‘El Cordobés’ y ahora, además de muchas más cosas, criadores a mansalva de toros para las ferias con el hierro de Alcurrucén, un nombre que suena sarraceno y castizo a la vez. He dicho antes toros, pero en realidad a los Hermanos Lozano lo que le salen son fotocopias numeradas de animales monocromos, de preciosos ejemplares –al menos los lidiados ayer– con un espíritu contradictorio. Parecen toros, mas no lo son. Parecen bravos merced a sus encornaduras astifinas y desafiantes, pero en realidad tienen alma mercadotécnica, peligro sordo, intenciones aviesas y sólo trasmiten la desesperante fragilidad de un animal vacío por dentro, es el toro mular, crepuscular y ahíto. El toro sin Adn de toro y con alma de cabestro.
Pero Cigarrero, antes de rendir su vida, tuvo un momento de lucidez. Pienso yo que se olvidó que era propiedad de los Hermanos Lozano, que estaba marcado con el hierro de Alcurrucén y que su finca originaria asentaba sus reales por la parte de Toledo. Y lo pienso, porque tras la estocada desprendida que le endilgó Ferrera, comenzó a tragarse la sangre, a plantar con firmeza sus cuatro patas en el suelo y negándose a morir, no consintió que nadie se acercara a su agonía. Ferrera, que vio la escena, ordenó a su gente permanecer inmóvil y a una distancia respetuosa de aquella escultura en tiempo real de Mariano Benlliure. Con la muleta recogida, el torero señalaba a Cigarrero con su índice desplegado. Apenas cinco segundos después, el toro caía desplomado sabiendo que aunque no había sido nunca un toro, durante cinco segundos lo fue porque murió como tal.
Dos toros de Murube despuntados para rejones. El 1º manso y el 2º, encastado. Para la lidia a pie, cuatro de Alcurrucén, bien presentados, mansos y descastados.
Pablo Hermoso de Mendoza: silencio y saludos; Antonio Ferrera: silencio y vuelta tras aviso y Antonio Barrera: silencio en abos. Plaza de La Ribera de Logroño. 3º de feria. LLeno de no hay billetes.