Esplá puso en Calahorra ayer dos pares de banderillas al violín, tan rápido como 'El Fandi' y tan lejos de los pitonees como Padilla, el mismo que luce en su furgoneta la siguiente leyenda: 'El ciclón de Jerez'. Y Esplá al violín es un Esplá en tono menor, se mire por donde se mire. Es un Esplá irreconocible que sólo recordaba al mestre alicantino por lo bello de su terno y porque al segundo adolfomartín lo macheteó con la montera puesta. ¡Anda!, lleva el gorro colocado, se escuchaba en los tendidos mientras el matador lanceaba como desganado a su toro: pase allí, aquí y acullá. En el primero, Esplá estuvo breve: dos segundos, quita moscas y allá que me voy tras la espada a paso de banderillas. Luis Vilches lanceó con gusto con el capote y aburrió con un sosísimo astado que parecía de Juan Pedro Domecq por su indolencia. En el sexto, un galán extremadamente bizco y manso como él solito, cumplió sin apreturas. Domingo López Chaves tuvo el mejor lote: su primero derrochó calidad y fijeza y el salmantino no logró estar a la altura; el cuarto –el más encastado del encierro– exigió cruzarse y al torero le pilló con la cabeza pendiente de Bilbao, donde mañana se las verá con la de Cebada. Ah, este toro –que fue el de mejor nota– se terminó aburriendo y desentendiéndose de la pelea. Salí defraudado y triste por la paupérrima impresión que me causó Esplá y porque me dio la sensación de que parece fuera de esto. Ah, el estado de los pitones de los toros de Adolfo Martín en algún caso daba grima.
o Foto de mi amigo Kata en la que se ve a la perfección las maneras con las que mató Esplá en Calahorra