martes, 22 de agosto de 2006

Los ciberperiodistas taurinos se indignan por una oreja no concedida. ¿Por qué no se rebelan –es un decir– cuando aparecen los pitones aniquilados?

Me he levantado esta mañana con ansias de ver qué sucedió ayer en Bilbao y me desayuno con el amargo café de la indiganción de dos ciberperiodistas taurinos. C.R.V. (no puedo ni imaginarme a quién corresponden las iniciales) nos cuenta en mundotoro –lo que los taurinos leen a coro– que el presidente de Bilbao sufre una patología y lo compara no sé muy bien si a Chirac o a Castro. "Lo dice el diccionario de la RAE, Real Academia de la Lengua. Patología, conjunto de síntomas de una enfermedad. Hay países con regímenes presidencialistas y plazas de toros que, con el tiempo, comienzan a dar síntomas de la misma patología". Es impresionante y eso porque a Sebastián Castella, –que el otro día en Alfaro exigió dos toros escuchimizados y sin cuernos (esto lo digo yo, no C.R.V.)– no le concedieron la segunda oreja ante un toro que "perdía las manos si el toque, embroque, y muletazo, no se hacía al ralentí". En Burladero.es escribe Jon Ander Sanz, que titula: "Un gran Castella corta dos orejas, con robo de la puerta grande". También se le ve indignado al muchacho... No sé si Castella mereció la segunda oreja, quizás sí, quizás no, pero ya me gustaría ver a mí a los ciberperiodistas de los ciberportarles echar el mismo arroz cuando no se trata de ir a favor de lo toreros. No sé si me explico.
Por cierto, la foto que ilustra el post la he sacado de Burladero.es y es de Javier Castillo, que retrata superiormente, que diría un clásico.

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